BICENTENARIO NACIMIENTO: EDGAR ALLAN POE

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Poesía (en inglés)

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Poesía francesa

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Poesía mexicana del siglo XX

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Reseñas bibliográficas

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Sesenta ensayos sobre escritoras hispanoamericanas

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Sitio sobre poesía concreta, caligramas, etc

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Taller literario del Hijo del cuervo

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Textos sobre la Conquista de América

http://www.uni-mainz.de/~lustig/texte/antologia/antologi.htm

The Internet poetry archive

http://sunsite.unc.edu/dykki/poetry/home.html

Vicente Duque, novelas ilustradas en línea

http://www.epm.net.co/coloria

Voice of the Shuttle

http://humanitas.ucsb.edu/

  • anton chejov, gran cuentista ruso

    Anton Chéjov


    El talento

    El pintor Yegor Savich, que se hospeda en la casa de campo de la viuda de un oficial, está sentado en la cama, sumido en una dulce melancolía matutina.

    Es ya otoño. Grandes nubes informes y espesas se deslizan por el firmamento; un viento, frío y recio, inclina los árboles y arranca de sus copas hojas amarillas. ¡Adiós, estío!

    Hay en esta tristeza otoñal del paisaje una belleza singular, llena de poesía; pero Yegor Savich, aunque es pintor y debiera apreciarla, casi no para mientes en ella. Se aburre de un modo terrible y sólo lo consuela pensar que al día siguiente no estará ya en la quinta.

    La cama, las mesas, las sillas, el suelo, todo está cubierto de cestas, de sábanas plegadas, de todo género de efectos domésticos. Se han quitado ya los visillos de las ventanas. Al día siguiente, ¡por fin!, los habitantes veraniegos de la quinta se trasladarán a la ciudad.

    La viuda del oficial no está en casa. Ha salido en busca de carruajes para la mudanza.

    Su hija Katia, de veinte años, aprovechando la ausencia materna, ha entrado en el cuarto del joven. Mañana se separan y tiene que decirle un sinfín de cosas. Habla por los codos; pero no encuentra palabras para expresar sus sentimientos, y mira con tristeza, al par que con admiración, la espesa cabellera de su interlocutor. Los apéndices capilares brotan en la persona de Yegor Savich con una extraordinaria prodigalidad; el pintor tiene pelos en el cuello, en las narices, en las orejas, y sus cejas son tan pobladas, que casi le tapan los ojos. Si una mosca osara internarse en la selva virgen capilar, de que intentamos dar idea, se perdería para siempre.

    Yegar Savich escucha a Katia, bostezando. Su charla empieza a fatigarle. De pronto la muchacha se echa a llorar. Él la mira con ojos severos al través de sus espesas cejas, y le dice con su voz de bajo:

    -No puedo casarme.

    -¿Pero por qué? -suspira ella.

    -Porque un pintor, un artista que vive de su arte, no debe casarse. Los artistas debemos ser libres.

    -¿Y no lo sería usted conmigo?

    -No me refiero precisamente a este caso... Hablo en general. Y digo tan sólo que los artistas y los escritores célebres no se casan.

    -¡Sí, usted también será célebre, Yegor Savich! Pero yo... ¡Ah, mi situación es terrible!... Cuando mamá se entere de que usted no quiere casarse, me hará la vida imposible. Tiene un genio tan arrebatado... Hace tiempo que me aconseja que no crea en sus promesas de usted. Luego, aún no le ha pagado usted el cuarto... ¡Menudos escándalos me armará!

    -¡Que se vaya al diablo su mamá de usted! Piensa que no voy a pagarle?

    Yegor Savich se levanta y empieza a pasearse por la habitación.

    -¡Yo debía irme al extranjero! -dice.

    Le asegura a la muchacha que para él un viaje al extranjero es la cosa más fácil del mundo: con pintar un cuadro y venderlo...

    -¡Naturalmente! -contesta Katia-. Es lástima que no haya usted pintado nada este verano.

    -¿Acaso es posible trabajar en esta pocilga? -grita, indignado, el pintor-. Además, ¿dónde hubiera encontrado modelos?

    En este momento se oye abrir una puerta en el piso bajo. Katia, que esperaba la vuelta de su madre de un momento a otro, echa a correr. El artista se queda solo. Sigue paseándose por la habitación. A cada paso tropieza con los objetos esparcidos por el suelo. Oye al ama de la casa regatear con los mujiks cuyos servicios ha ido a solicitar. Para templar el mal humor que le produce oírla, abre la alacena, donde guarda una botellita de vodka.

    -¡Puerca! -le grita a Katia la viuda del oficial- ¡Estoy harta de ti! ¡Que el diablo te lleve!

    El pintor se bebe una copita de vodka, y las nubes que ensombrecían su alma se van disipando. Empieza a soñar, a hacer espléndidos castillos en el aire.

    Se imagina ya célebre, conocido en el mundo entero. Se habla de él en la Prensa, sus retratos se venden a millares. Se halla en un rico salón, rodeado de bellas admiradoras... El cuadro es seductor, pero un poco vago, porque Yegor Savich no ha visto ningún rico salón y no conoce otras beldades que Katia y algunas muchachas alegres. Podía conocerlas por la literatura; pero hay que confesar que el pintor no ha leído ninguna obra literaria.

    -¡Ese maldito samovar! -vocifera la viuda-. Se ha apagado el fuego. ¡Katia, pon más carbón!

    Yegor Savich siente una viva, una imperiosa necesidad de compartir con alguien sus esperanzas y sus sueños. Y baja a la cocina, donde, envueltas en una azulada nube de humo, Katia y su madre preparan el almuerzo.

    -Ser artista es una cosa excelente. Yo, por ejemplo, hago lo que me da la gana, no dependo de nadie, nadie manda en mí. ¡Soy libre como un pájaro! Y, no obstante, soy un hombre útil, un hombre que trabaja por el progreso, por el bien de la humanidad.

    Después de almorzar, el artista se acuesta para «descansar» un ratito. Generalmente, el ratito se prolonga hasta el oscurecer; pero esta tarde la siesta es más breve. Entre sueños, siente nuestro joven que alguien le tira de una pierna y lo llama, riéndose. Abre los ojos y ve, a los pies del lecho, a su camarada Ukleikin, un paisajista que ha pasado el verano en las cercanías, dedicado a buscar asuntos para sus cuadros.

    -¡Tú por aquí! -exclama Yegor Savich con alegría, saltando de la cama- ¿Cómo te va, muchacho?

    Los dos amigos se estrechan efusivamente la mano, se hacen mil preguntas...

    -Habrás pintado cuadros muy interesantes -dice Yegor Savich, mientras el otro abre su maleta.

    -Sí, he pintado algo... ¿y tú?

    Yegor Savich se agacha y saca de debajo de la cama un lienzo, no concluido, aún, cubierto de polvo y telarañas.

    -Mira -contesta-. Una muchacha en la ventana, después de abandonarla el novio... Esto lo he hecho en tres sesiones.

    En el cuadro aparece Katia, apenas dibujada, sentada junto a una ventana, por la que se ve un jardincillo y un remoto horizonte azul.

    Ukleikin hace un ligera mueca: no le gusta el cuadro.

    -Sí, hay expresión -dice-. Y hay aire... El horizonte está bien... Pero ese jardín..., ese matorral de la izquierda... son de un colorido un poco agrio.

    No tarda en aparecer sobre la mesa la botella de vodka.

    Media hora después llega otro compañero: el pintor Kostilev, que se aloja en una casa próxima. Es especialista en asuntos históricos. Aunque tiene treinta y cinco años, es principiante aún. Lleva el pelo largo y una cazadora con cuello a lo Shakespeare. Sus actitudes y sus gestos son de un empaque majestuoso. Ante la copita de vodka que le ofrecen sus camaradas hace algunos dengues; pero al fin se la bebe.

    -¡He concebido, amigos míos, un asunto magnífico! -dice-. Quiero pintar a Nerón, a Herodes, a Calígula, a uno de los monstruos de la antigüedad, y oponerle la idea cristiana. ¿Comprenden? A un lado, Roma; al otro, el cristianismo naciente. Lo esencial en el cuadro ha de ser la expresión del espíritu, del nuevo espíritu cristiano.

    Los tres compañeros, excitados por sus sueños de gloria, van y vienen por la habitación como lobos enjaulados. Hablan sin descanso, con un fervoroso entusiasmo. Se les creería, oyéndolos, en vísperas de conquistar la fama, la riqueza, el mundo. Ninguno piensa en que ya han perdido los tres sus mejores años, en que la vida sigue su curso y se los deja atrás, en que, en espera de la gloria, viven como parásitos, mano sobre mano. Olvidan que entre los que aspiran al título de genio, los verdaderos talentos son excepciones muy escasas. No tienen en cuenta que a la inmensa mayoría de los artistas los sorprende la muerte «empezando». No quieren acordarse de esa ley implacable suspendida sobre sus cabezas, y están alegres, llenos de esperanzas.

    A las dos de la mañana, Kostilev se despide y se va. El paisajista se queda a dormir con el pintor de género.

    Antes de acostarse, Yegor Savich coge una vela y baja por agua a la cocina. En el pasillo, sentada en un cajón, con las manos cruzadas sobre las rodillas, con los ojos fijos en el techo, está Katia soñando...

    -¿Qué haces ahí? -le pregunta, asombrado, el pintor- ¿En qué piensas?

    -¡Pienso en los días gloriosos de su celebridad de usted! -susurra ella-. Será usted un gran hombre, no hay duda. He oído su conversación de ustedes y estoy orgullosa.

    Llorando y riendo al mismo tiempo, apoya las manos en los hombros de Yegor Savich y mira con honda devoción al pequeño dios que se ha creado.

    Novela Chilena Comtenporánea; José Donoso y Damiela Eltit

    Presentación del libro de Leonidas Morales: Novela Chilena Contemporánea. José Donoso y Damiela Eltit

    Índice del libro


    Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2004

    INTRODUCCIÓN
    I. TEORÍA Y CONSTRUCCIÓN CRÍTICA
    1. Sujeto y narrador en la novela chilena contemporánea
    II. JOSÉ DONOSO
    1. La mirada del testigo
    2.. Máscara y enunciación
    III. DIAMELA ELTIT
    1. La narrativa de Diamela Eltit y Los trabajadores de la muerte y la narrativa de Diamela Eltit
    2. El ensayo como estrategia narrativa
    3. La comida oficial
    4. Género y Hegemonía en El infarto del alma
    IV.NOVELA MASIVA
    1. Experimentación, imitación y efecto

    FESTIVALES INTERNACIONALES DEL CUENTO Y DE CUENTEROS (IBEROAMERICA)




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    JULIO CORTAZAR


    Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de Agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a la Argentina a los cuatro años. Paso la infancia en Bánfield, se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires, los que debió abandonar por razones económicas. Trabajó en varios pueblos del interior del país. Enseño en la Universidad de Cuyo y renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo. En 1951 se alejó de nuestro país y desde entonces trabajó como traductor independiente de la Unesco, en París, viajando constantemente dentro y fuera de Europa. En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el librito de sonetos ("muy mallarmeanos", dijo después el mismo) Presencia. En 1949 aparece su obra dramática Los reyes. Apenas dos anos después, en 1951, publica Bestiario: ya surge el Cortázar deslumbrante por su fantasía y su revelación de mundos nuevos que irán enriqueciéndose en su obra futura: los inolvidables tomos de relatos, los libros que desbordan toda categoría genérica (poemas-cuentos-ensayos a la vez), las grandes novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/Modelo para armar (1968), Libro de Manuel (1973). El refinamiento literario de Julio Cortázar, sus lecturas casi inabarcables, su incesante fervor por la causa social, hacen de él una figura de deslumbrante riqueza, constituída por pasiones a veces encontradas, pero siempre asumidas con él mismo, genuino ardor. Julio Cortazar murió en 1984 pero su paso por el mundo seguirá suscitando el fervor de quienes conocieron su vida y su obra.

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    martes, 29 de diciembre de 2009

    NACIMIENTO DE UNA COMEDIA (fragmento)


    Nacimiento de una comedia,
    por Max Aub
    (Capítulo I, 11 de El laberinto mágico III: Campo de Sangre, Madrid, Alfaguara, 1978, pp. 171-192)





        




        [Nota introductoria: En este capítulo, Paulino Cuartero, dramaturgo republicano -y católico, ante las mofas de sus compañeros- intenta dormir en su casa, en Barcelona. A su lado, pesa el cuerpo dormido de su esposa, una mujer pacata y reaccionaria. Ideas e interesantes reflexiones sobre el Arte y la representación le vienen a la cabeza mientras piensa cómo da forma a una obra y unos personajes que llevar a las tablas. Mientras, alrededor, la Guerra Civil cerca Cataluña.]






    1º de enero de 1938
    La una de la mañana


        ¡Qué comedia, Paulino! Un hotelito, ito, ito. Una torre que dicen aquí. ¿Dónde? ¿En Sarriá? Sancho dijo Salvidrera. Verdes pinos, lejanías azules. Pero la veranda no tiene horizonte. ¡Veranda! ¡Dulcísima palabreja!, ¿quién lo diría?: de origen inglés o indio —no me acuerdo—. Ver, anda; anda a ver, veranda. Levántate y anda: veranda. No debe estar en el diccionario. Lo nuestro: mirador. Pero veranda dice ya decorado: una emperifolladísima veranda, sillones de mimbre, retorcidos espaldares, aretorbellinados mimbres. Un loro. Loro y jaula. Una jaula dorada, con pie, con cristales de colores. Todo el escenario convertido en una jaula. Injerto de flores, abanicos, búcaros, persianas. Muchas persianas, todo persianas. Y una falda trencillada. Alambres cobrizos, trapecios. Si la montara Meyerhold, los personajes se columpiarían en trapecios: comedias de loros y cacatúas. Muchos lazos de colores de ésos que llaman favores. Favores rosas y celestes. Remedo finesecular. ¿A lo...? ¿Cómo se llama el pintor ese amigo de Gash? Grau Sala. Calla, lorito, lorito real, real. La escena tras una cristalera de colores. Ahora lo verán todo azul, ahora lo verán todo verde.

    Estaba una señorita
    a la puerta de un café,
    luego vino un señorito:
    mire usted, mire usted, mire usted...

        Mi rentista, catalán. Jícara. Bizcocho nevado. Chocolate. ¿Cómo se llama ese plato con abrazadera para su taza?
        ¡Maravilla del teatro! ¡Mundo! ¿Hay algo que se le iguale? ¡Cuerpo! ¡Esplendor! ¡Ideas encarnadas! Tú dices lo que yo quiero que digas. Dios, autor dramático. Perdón. ¿Por qué no? Decimos lo que queremos pero el impulso fue soberano. Tampoco mis personajes salen como yo quiero. Libre albedrío. Bastaría el teatro para prueba de la falsedad de la predestinación. Porque no sé exactamente lo que quiero. He aquí un enemigo y mi vencimiento. La mediocridad: no saber lo que se quiere. Veo el conjunto, la aureola de mi deseo, el fin. Tengo el marco y la anécdota. Una idea y el mundo. Fáltale vida. Se levanta el telón. Nadie en escena. ¿Nadie en escena?
        ¡Arte para todos y para ninguno! Escenario, universo mío para los demás. Todos sentados frente a mí, boquiabiertos y yo boquirroto. Darles el maná. Poner un espejo en vez del telón de boca. Telón de boca, para taparles la boca abierta. Telón de ojos. Quitarles las telarañas de los ojos. Legañas. Se levanta el telón. Yo: espejo de mil.
        Personajes míos, vivos y coleando. Altos, anchos y gruesos. Con vello de verdad, con voz de verdad, con sangre de verdad, como si su alma fuese de verdad. Almas que parecen almas y no se pueden salvar.
        —Usted es mi padre.
        —Si yo no quiero dirá:
        —Usted no es mi padre.
        Todos se lo creerán. Tutilimundi. Panoramas.
        —¿Cómo te llamas?
        —¿Cuántos años tienes?
        —He matado a mi padre.
        El problema está en reflejar la vida o crearla. Crear la vida reflejándola; sacar las figuras del espejo. Darles bulto. Narciso al revés. Verse y sacarse:
        —¡Qué bien lo ha sacado! ¡Parece que está hablando!
        Llega un momento en el cual uno sólo puede expresarse por lo cómico. ¿Asco a impotencia? Volver el mundo como una piel de conejo. El humor inglés, ¿desprecio del mundo? No saber si una cosa está hecha en serio o en broma: antilirismo. El pueblo no echa las cosas a broma. No hay más público que el pueblo. ¡Qué comedia! Lo cómico es buen sucucho de francotiradores. Defensa pasiva. Lo cómico o el camaleón. Cada uno se defiende como puede.
        De lo vivo a lo pintado. No: de lo pintado a lo vivo, ése es el quid. De lo pintado a lo vivo: la obra. De lo vivo a lo pintado: yo. Yo, escritor, tal como lo pintan. Negro sobre blanco. De la realidad a mí, de mí a la realidad. Al fin y al cabo, pantalla. Colador. Pantalla de Dios. Nada delante, nada detrás: señores, el huevo de Colón. ¿Quién se engaña? Todo el problema de la creación es cuestión de rebote. De saque. Tener un buen saque. De lo vivo a lo pintado, de la mano a la pared frontera. De lo imaginado a lo pintado: Don Quijote. De lo vivo a lo pintado: Sancho. Y Américo Castro huido por las Américas, marica. Cervantes for ever. E1 Quijote o la imaginación. Encajar la imaginación en la vida. Ver las cosas de abajo o de arriba. Abajo el lazarillo. La novela, victoria de la comedia sobre la tragedia. Todo depende del público. Se tiene el teatro que se merece. ¿Situación o carácter? En las complicaciones se conocen los hombres. Bueno, ya está bien. ¿Hago o no hago la comedia? Tras la idea veo en seguida el escenario. ¿Cómo se Dama el protagonista? ¿Juan? ¿Pedro Ignacio? ¿Jaime? ¿Diego? ¿Por qué no Ignacio? Don Ignacio Vallvé y Roca. ¿Vallvé o Vellver y Camprodón. Eso: don Ignacio Camprodón y Serra.
        El teatro y la novela nacen poco más o menos juntos de las cenizas de lo épico y de las canciones cuando los pueblos ponen casa.
        Don Ignacio Camprodón y Serra: a medio calvear, gordito, pero no tanto. ¿Quién lo podría hacer? ¿Borrás? ¡Dios me libre! ¿Estás seguro? Sabes que no te la hará. ¿Bruguera? ¿Y en qué teatro? ¡Comité económico del Teatro! [Organización que maneja los teatros en Barcelona. N. del A.] Por el título no engañan a nadie. ¿Codina? ¿Por qué no? Le retetiembla un poco la voz. Pero quizá no le iría mal el papel. Codina.
        La anécdota es buena. Becque. Vamos por partes —¿o por partes?. Don Ignacio ha hecho publicar su esquela en «La Vanguardia», para que las patrullas de control, creyéndole difunto, le dejen en paz. Vienen a cobrar el importe del anuncio. La criada:
        —El señor no está en casa. El es quién se encarga de estas cosas.
        Hasta aquí el cuento de Sancho. Bueno. ¿Qué pudo pasar en la realidad? Seguramente descubrieron el pastel y lo pasearon. Un acto. La verdad de la verdad. Dígame, señor: ¿En la vida se habla como en el teatro, o en el teatro se habla como en la vida? ¡Vayan ustedes a paseo! En el teatro se habla como en el teatro y en la vida como todos las días. Un hablar de domingos. En el teatro se habla como a mí me da la gana. ¿Se volverá a representar alguna vez enfáticamente? La muerte del énfasis se debe a la novela. Balzac es el padre de la criatura. ¡Hay que ver si tenía dura el pellejo! Echegaray o el hijo es el padre. Mi vieja idea: una comedia de apartes, los actores tabicados, intentando, sin poder, salirse de sí. Strange Interlude. No oír lo que piensan, sino que los demás sean impermeables a lo que dicen todos. Soledad. Y sigue gustando «El Gran Galeoto» representado por don Enrique. No hay nadie más rutinario que un buen aficionado. Cuando esos del cine vuelvan a descubrir el teatro... El cine o la novela con embudo.La escena desierta. Suena el timbre. Siempre se gana tiempo, se acallan las voces. Cruza la criada. Derecha, izquierda. El chico que viene a cobrar: así se entra enseguida en la acción. Es una comedia para don jacinto.
        No me caliento. Cuidado con Pilar. ¿Me echo el abrigo encima? Preferible no menearse.
        El chico que entra. Que espere. Sale la señora. ¿La criada está o no al corriente del asunto? En la realidad, quizá sí. ¡Eh, eh! Según. Dadas las circunstancias desconfiarían. No lo está. Entonces: suprimirla. Inventar una bija. Pueden haber despedido la criada. Podría hacer una escena, la primera, entre madre e hija, en la cual se reprochan eso mismo. Que si no se encuentran fámulas... Que si era de confianza... Lástima no ser uno fascista. ¡Qué escena! Me veo a los Fernández de los Villares y otros Navarros Torrados.
        —Señora, ahora mando yo, y barre usted.
        Y los del Infanta Isabel riéndose las tripas. Isabelita Garcés. La hija: para preparar lo de los parientes. Busca a su madre. El chico ése de «La Vanguardia», ¿qué? ¿Le damos cierto aire? ¿Qué te parece? Sí. No sacas nunca gente intercambiable. ¿Tartamudo? ¿Conocido de la casa?
        —¡Uy! ¿Tú por aquí?
        Las primeras lástimas sobre el cadáver.
        —¡Pobre don Ignacio!
        No. Hay que encontrar otra casa: diálogo de don Ignacio con su esposa.
        —Desde este momento me he muerto.
        ¿Empezar así? Un difunto Matías Pascal al revés.
        Una filípica a la mujer insoportable. Por primera vez el bambarria...
        —¡Ahí me las den todas! Yo descanso en paz.
        Volviendo a lo del chico: ¿Cómo no van a tener las doscientas o trescientas pesetas de la esquela?
        Mi don Ignacio tiene siempre las llaves: atadas a una cadena de llaves, niquelada. Muy dueño de su casa.
        —Vuelva usted más tarde.
        El chico podría dar un espectáculo.
        —¡Venía desde tan lejos!
        El acoquinarse de las mujeres. Llegan entonces los parientes. ¿Por qué he pensado desde el primer momento que iban a acudir parientes? En el fondo no quiero. Pero le puede gustar a la gente. Becque. El teatro que se merecen. El público hace sus autores. Un granillo de originalidad en la primera obra y luego a seguir la corriente: Suárez de Deza, Casona, yo. No puede uno con las butacas. Lo que sucede es que no lleva uno nada dentro. La gente se reirá al saber que el muerto oye cómo hablan de él. Gastado, resobado. Lo divertido sería que se enfadara con los comentarios. Llama a los de la C. N. T. Les entrega el total de su fortuna. Y acaba en subsecretario. Se han dado casos. Ese médico del otro día. Tenía dos coches:
        —Usted comprenderá que con dos coches me tuve que hacer de la C. N.T.; si hubiese tenido uno hubiese ingresado en la U. G. T. ¿Usted comprende, no?
        O quizá: yo soy mi hermano. ¿Es de Manuel Abril? Influencia de Pirandello. Unamuno. El teatro de don Miguel.
        La risa es universal y el drama nacional, aunque sea capaz de desteñir. Shakespeare en español, Shakespeare desteñido. La poesía tiñe y destiñe. Depende de cómo vayan vestidos los espectadores. El paco éxito de don Miguel. Las situaciones muerden y los caracteres destiñen sobre los espectadores. El carácter o la poesía. La poesía envuelve, toca, tocados de... Las situaciones chillan. E1 mejor teatro: el vodevil. Los problemas que don Miguel lleva al teatro no le interesan al público. Ni Valle. Galdós, sí. Galdós manejaba temas apasionantes, de periódico. Vestidos de diario. Al público le tiene sin cuidado la inmortalidad, se aficiona a ir al teatro en la medida en que deja de ir a la iglesia. De la misma manera que abandonó el circo por las catacumbas. Se pasó a los cristianos: se tiró al ruedo. Cuando todo el público es actor se acaba el teatro. El mayor teatro, la guerra. El teatro de la guerra. Olfato de la iglesia. Puritanismo de la Reforma. El teatro español y la Contrarreforma. Vivifícanse. El dieciocho. La filosofía de la felicidad y muerte del teatro de verdad. Si los hombres son felices, sólo pueden ir al teatro a llorar. Di vertir, verter afuera. Las prohibiciones. La Contrarreforma explica la subsistencia de un teatro popular. El catolicismo, salvador del teatro español. Se lo tengo que escribir a Bergamín. Se me olvidará. La línea que une Juan de la Cueva a Miguel de Unamuno. No acabo de creer que hayan matado a Federico García Lorca. Saldrá cualquier mañana. Es imposible. Imposible.
        —¿Para qué han hecho ustedes la guerra?
        —Para asesinar a Federico García Lorca.
        Eso lo comprende uno. Una escuela:
        —Niño, ¿por qué se sublevó el general Franco en 1936?
        —Para matar a Federico García Lorca.

        Valía un millón de españoles. Si es verdad que lo han matado han ganado la guerra. Lo demás es por añadidura. Y la tierra tembló y las tierras se hendieron. Y abriéronse los sepulcros. Esta vez para que entraran.

    Se ven desde las barandas
    por el monte, monte, monte,
    mulos y sombras de mulos
    cargados de girasoles.

        ¿Quién daría la orden de matar a Federico? Porque ese hombre existe.

    Dos Córdobas de hermosura.
    Córdoba quebrada en chorros.
    Celeste Córdoba enjuta.

        «Fedra» en Mérida. Margarita Xirgu. Séneca y don Miguel, su encuentro no es casual: teatro para leer. A don Miguel no le ha importado nunca el actor el personaje. Ni la manera de representar: el hecho en sí. Aquellos escándalos de Valle. ¡Dios, si viviera Valle! El solo hecho de la existencia del teatro, drama de Unamuno. Todo lo demás se le antoja superfluo. Desprecio de lo externo y razón de su fracaso. Le importa lo subjetivo, la vida interior del personaje. El personaje de don Miguel, o el personaje tercio o cuarto de don Miguel, o rincón de don Miguel, y los antagonistas trocitos de don Miguel, puestos allí para batir bien el cobre. Y el público: acostumbrado a que le expliquen las cosas. El teatro o la física de los sentimientos. Física sentimental: si me acerco con los brazos implorantes: amor. Todo le importaba un comino. El drama: un personaje; los demás, fantoches. Teatro de adentro. Hacer una comedia en que no haya más personaje que el protagonista, que sus sentimientos y recuerdos se muevan como personajes; entren y salgan. Diálogo con el 28 de febrero, con el abrazo y el arbolillo del 19 de marzo. E1 sentimiento de inferioridad sorprendiendo al deseo imaginándose la desnudez de... La fotografía del decorado de una comedia que se representaba en el interior de una cabeza. Tonterías checoeslovacas. Seria una comedia perfectamente tonta. Autorretrato. Como dicen los franceses: por él mismo. Sí. Hay que empezar la comedia por un diálogo del catalán con su mujer. Jugar con el equívoco.
        —¿Me visto de luto?
        —¡No faltaba más! ¿Qué iba a decir la gente? —¿Y a los otros? ¿Qué les digo?
        —¿Cómo que qué dices?
        —Ya salió.
        —¿Qué salió?
        —Nada, hijo, nada. Que en cuanto se te habla, te pones...
        —¿Me pongo?
        Imposibilidad de representar exactamente en el teatro el nacimiento de una trifulca conyugal: demasiado pequeños los elementos. ¿Qué diría Pilar? ¿Se reconocería? ¿Serviría de algo?
        ¿Si le pusiera la mano en la cintura? ¡Qué frío!
        En el teatro se necesita que sucedan cosas visibles. El microscopio no sirve para la escena: todo de tamaño natural. ¡Acción, acción! Una comedia sin acción, ¿qué es? Todo eso son cuentos. Las cosas como son, o el canto. La imaginación sola, para el gato. La imaginación sobre la tierra, sombra de nube. ¿Y qué eres tú, Paulino Cuarteto, sino imaginación de Dios? O aquel carbonero de Moranchel. ¡Qué nombres de pueblos! Hermoso: Moranchel. No haber salido nunca de su sierra. Unico en su sierra y nuevo en el mundo... El hombre en su paisaje, y montes de Gelboe... El hermoso carbonero, no: la hermosa carbonera o los celos de Justina. El animal de Hungría o... Selva oscura, fragosidad, guajares. La mujer o el más codiciado animal. Pero a nadie se le hubiese ocurrido: E1 carbonera de Moranchel o el mayor prodigio: el teatro. De llorar: Ese hombre, sin más capa que la del cielo, malezas y robledales, ahorrando durante seis meses sus devengos de soldado, miliciano, con la idea el deseo, el afán, de gastárselos en ir al teatro, cuando pudiera. ¿Cómo imaginaría el teatro? Fue y volvió todas las noches. Inequívoca señal de que aquello cumplía con lo prometido. La verdad: era una revista. Pero él: solo en su palco. Sin dejar que entrara allí nadie. ¿Pudor de su virginidad? Solo en su palco: como Dios. La revolución era eso para él. ¿Qué es para ti, Paulino Cuarteto? ¿Un alargarse de los caminos, como si de pronto en e1 horizonte las carreteras se fueran para los cielos, o torcieran paralelas a la línea de horizonte como en esos lienzos del primer piso del Prado en que ha de salir todo el auto de fe, o como en aquel cuadro persa, verde y naranja, donde cabía toda la ciudad superpuesta? La ciudad de Dios. La revolución: ciudad de Dios. Ir por esas calles de Dios, a la buena de Dios. Con las iglesias quemadas. Palos negros al cielo. Palcos. El gran teatro del mundo. Franco ha respetado los curas por fascistas, no por cristianos. Si no, los monda. Igual que aquí los dejaron secos: no por curas, por enemigos. No me lo digo para tranquilidad de mi conciencia. Por verdad. Yo te mato, yo te perdono, y una vez perdonado te abro en canal. Y vuelta. Terrible y verdadera vereda. Verde, verdadera vereda negra. Oscuramente hacia la luz...
        Mi bien, nacido de mis propios males... ¡Oh, Lope!

    El hombre quiere ser bueno;
                        no le tienen de dejar.

        ¿Quién? El hombre. Católico soy, católico me quedo. Divinas palabras. Lo dramático, por inesperado y ramalazo de adentro. Lo sabido y el «quién sabe» de cada cual atado a la cola.
        Pilar. No tengo perdón: sin más razón que mi gusto. El mismo que éste de volverme ahora sobre el costado derecho, ya tibias las sábanas.
        No hay teatro de circunstancias. No hay más que teatro de circunstancias. Tanto monta. Molesto para los que se llaman Fernando. Bobos si se empeñan en crearlo. Metan la nariz en la historia: el público quiere divertirse. Lo más alto: Aristófanes, Molière.
        Problema fundamental: crear un personaje humano. Ni cómico, ni dramático: cómico y dramático. No hay más. Por lo que hacen los juzgan, quizá por lo que digan, no por su verdadero ser: que es de Dios. Intraducible por eso. Cuando las cualidades se acercan más a la realidad, más confusión: Hamlet.
        ¿Cómo eres tú? ¿Cómo? ¿Qué respiras? ¿De qué te ríes? ¿Por qué me quieres? ¿Por qué no me quieres?

    I did love you once.

        Única realidad, la familia. No poder crear nada real. ¡Si creyese que mis ideas nacen del mundo! Debe ser agradable ser materialista y autor dramático. Acabaría uno por tomarse en serio. Explicación del mal gusto pictórico de los soviéticos. Se lo creen. Cuadros de historia y gracias. Creo en el teatro, teatro. E1 teatro, prueba más evidente, la más única, de la falsedad del materialismo. El teatro, prueba de la existencia de Dios. Llaman realismo a lo de Stanislawski, yo no tengo nada en contra. Si eso es la verdad, ¿dónde la mentira?

    La primera vez que te vi
    no te conocí,
    la segunda, sí..

        Escribir una «paradoja del espectador». ¿Debe o no el espectador trasponerse en el personaje? ¿Debe sentir las pasiones que le exponen como propias o darse cuenta de que todo aquello es teatro? ¿Juzgar la obra desde la atalaya del protagonista o como juez? ¿Teatro o política? Temperamento e inteligencia. Otros capítulos: públicos fríos y entusiastas. De tarde y noche, capital y provincial, semana y domingo. Influencia de las vestiduras. ¿Hasta qué punto un jubón impide ver el alma? Oler lo que sucede: Hamlet.

    What´s Hecuba to him´ or he to Hebuba, etc...
    I Have heard
    that guilty creatures, sitting at a play.

        Que la culpa, aún sin lengua... Duda si la aparición del papá es gambeteo infernal. Lo está deseando. Por pereza. Se deja llevar por la corriente. Entre la linfa y la mala leche. Crear un Hamlet católico. Entre el bien y el mal. Miedo al demonio, dejándose llevar por ellos. Asco de su miedo.

                                                        I knew him, Horatio...

        Hablar de la muerte siempre viste.
        ¿Es verdaderamente el miedo al infierno el que detiene la mano suicida? En la Edad Media no debía haber suicidas. Renacimiento: muerte del infierno.
        ¿Dónde se me ha quedado mi don Ignacio con todo esto? ¡Eh, don Ignacio!, ¿me oye? Sí, soy yo. Aquí, desde el paraíso. El cómico levanta la vista. Se le ve la crisma reluciente, es la hora del ensayo. Un poco más a la derecha, en zapatillas. Desde allí arriba tiene una gran cabeza: un cabezotas. Don Ignacio y doña Secundina, ¿Cómo empiezan mis peloteras conyugales? Por nada. Por absolutamente nada. Por eso no hay quien las describa. El teatro es bulto. Empezar por un tire unifica. Teatro, aire del aire. Sus y a ellos. Fiarlo todo al actor. ¿Y cuando yo me muera?
        —Me voy a levantar.
        —¿Por qué?
        —Porque ya han tocado diana.
        —Pues los otros días...
        —Ya lo has soltado.
        ¿Iba a entenderlo la gente? Y, sin embargo, así empezamos esta mañana Pilar y yo la riña del día. Nadie entiende nada en realidad.
        ¿Quién puede dar a entender eso? Un grano de arena en el interior de un párpado.
        —Voy a salir.
        —¿Dónde vas?
        —¿Es que no lo sabes?
        —No.
        —Pues debieras saberlo.
        Una pausa. El tono agrio en «¿Es que no lo sabes?» O:
        —¿Te quedas?
        —¿Por qué?
        —Como estás ahí...
        —Ya lo soltaste...
        —¿Qué es lo que he soltado?
        —Nada, hombre, nada. Siempre lo mismo.
        —Siempre lo mismo, ¿qué?
        —¿Algo más?
        —Nada, hijo, nada. ¿Para qué está una aquí, si no?
        Y se levanta Segundina. Va al pajarito del segundo término derecha.
        —¿Verdad que sí, rico? ¿Para qué estoy yo aquí si no para darte gusto?
        No. ¿Llaman? Lo digo para ahorrarme dificultades.
        ¿Hasta qué punto se identifica el espectador con el personaje?
        Todos los públicos ríen las mismas frases. ¿Por qué? Y ante frases que uno no había sospechado. E1 revés sucede más a menudo. No se explicará uno nunca a los demás. Y emperrado.
        ¿Por qué aplauden una réplica? ¿Les hubiese gustado contestar lo mismo en una situación idéntica?
        El teatro evoluciona según los sueños de los hombres. Cuando querían ser reyes, dábanles reyes. Cuando han querido fabricantes, ingenieros, obreros, príncipes o espías se los han dado a capazos. Con el naturalismo, el cuarto de al lado. Cuando revolucionarios, revolucionarios. La vida no es sueño ni teatro: el teatro es sueño. Ensueño de espectadores, más los que se duermen.
        Lo eterno es el espíritu. Espíritu igual a lengua, igual a literatura. Lo eterno: la literatura. Teatro: lengua y bulto; carne y espíritu; sangre y literatura. Del teatro, la lengua. La lengua, el texto. Lo que queda es la literatura; lo que se salva. Y yo quiero salvarme. Lope asegura que no le importa su teatro impreso. ¡Qué engaño para los demás, mentira, mentira, mentira! Porque entonces, ¿a qué tanto prólogo, tal ocuparse del estado de sus versos, tal catilinaria de contrahechores, tal maldecir de ediciones apócrifas? ¡Tanto gallear de indiferencia hacia la posteridad y no pensaren otra cosa! ¿En qué piensas tú, Paulino? El deseo de inmortalidad, ¿es ofensa a Dios?
        Aprovechar cada sensación del presente para clavarlo en tablas; ¡el gusano de la eternidad, royendo!
        ¿Qué queda de la «commedia del´arte»? ¿Dónde la gloria de los dramaturgos cuyas obras han desaparecido? Segismundo, Solness, Hamlet, ¿deben su salvación (salvación, sucesión, continuidad, gloria) a algo que no sea la literatura? Si un hombre es lo que ha hecho (Hegel) un personaje que es hecho, con más razón... Y Dios. El cristianismo dejado a la tradición oral, ¿qué seria? El cristianismo es ante todo religión con texto. Escrita de arriba abajo. El primer libro (Pascal). Las herejías no impresas fracasaron. ¡Bien por el Índice y la Inquisición! Ya lo dijo Bacon: el saber es la medida del poder.
        El teatro, único milagro a nuestro alcance. Ver, oír y callar. «Pictura est quaedam litteratura illiteratto" (Walafrid Strabo). Ese Walafrid Strabo de los demonios, del cual no puedo saber nada. El teatro de la Edad Media, pintura, retablo. El teatro es el público: tiene el teatro que quiere: Ve y va al teatro que quiere. Sin público no hay teatro. Dime cuál es tu teatro y te diré quién eres. Para ser visto se necesita acción. (¿Y el teatro chino? ¡Qué sé yo de chinos!) Cuando más ilustrado el público se puede ir prescindiendo de la acción. Una comedia se ve. Desde Heráclito se sabe que los ojos son mejores testigos que los oídos. Superioridad del teatro y de la pintura. ¿Quién ha dicho: «El teatro, espejo del mundo»? ¿Lo ha dicho alguien? No es ningún descubrimiento. El teatro, espejo de su público. E1 novelista, si no quiere, no. Basta su voluntad: opera sobre cadáveres. El dramaturgo no tiene más expresión que la voz. La viva voz. Una novela, aunque se debiera, no se oye. Un autor dramático entra por los oídos (el teatro por los ojos). Diferencia de crear y representar personajes vivos, presentes, de todas estaturas. (Ya te puedes imaginar tu don Ignacio caricalvo, que como se empeñe el actor...) Y el novelista escribe: Era alto, con la nariz trompetera y dos pecasen el carrillo derecho. Y ahí queda: no lo mueve nadie. ¿Importa o no? La literatura, según se diga. Hamlet mal representado no se aguanta; yo bien, sí.
        ¿Recuerdas que la Quimera tenía cuerpo de cabra?
        Ya sé que me dejo engañar por el vago sonido de las palabras... El hombre es su teatro. Sus obras. Sus obras completas. Y no sus intenciones. Esas, evidentemente, para el diablo. No se es lo que se hace, sino lo que dicen que hizo; al hombre no se le conoce por el nombre, sino por el renombre. La opinión de os demás. Por eso nos importan los críticos; aunque no los lea nadie. Dicen quiénes somos. Yo soy lo que Canedo, Almagro y Floridor han dicho de mí. Tanto importa si la comedia ha tenido tres o doscientas representaciones. Superioridad de lo escrito, porque queda. Y, sin embargo, Hebbel se equivoca cuando dice que «el destino de un drama es siempre ser leído». ¿Por qué no empezar por el fin? La lectura, mal menor. Lo ideal seria poder ir al teatro y ver la comedia de la que uno tuviese ganas, que lo que sobrevive en la tierra es la obra y no uno mismo, pero ¡a ver si le hallas remedio...! «Los pueblos son lo que son sus actos.» Hegel no tenía idea de la propaganda... Actos, obras: vocabulario de tablas. Quedar a tablas. Entre cuatro tablas. ¿Qué más? ¿Pienso en mi comedia, sí o no?
        ¿Qué es una mujer insoportable? Por de pronto puede ser una persona que lo encuentra todo mal, menos lo que ella hace. El ir y venir, alfilerazos. Toma y retoma.
        —Si ya lo decía yo... Si tú... Ya se ve... No hay más que verlo... ¡Qué se puede esperar! (No, eso es demasiado directo.) ¿Yo? ¿Yo he dicho eso? ¿Cuándo?
        El hombre contesta desdorado. La hija, carne de la madre. ¿A quién se pueden parecer los parientes? ¿A aquellos sobrinos de Enrique Miralles?
        —¡Morirse ahora que no se puede heredar!
        O que no quieran heredar por miedo a que se enteren los de los comités.
        —Ya heredaremos, ya. Antes armaremos un pleito, que dure hasta el final de la guerra. Así no habrá cuidado...
        Sin corbatas, ni sombreros. Todo huele a farsa y yo no quiero escribir una farsa. Quiero escribir esto en serio. Muertos de miedo. El miedo en serio, difícil.
        El mismo se va a entregar a las patrullas de control. Lo que contó Clariana del figurante del Cómico, jefe de la patrulla:
        —Después de mucho andar, y comprobar y preguntar, acabamos quitándole media tonelada de carbón a aquel tío acaparador, y viene la Generalidad y nos obliga a devolvérsela y nadie tiene con qué calentarse. ¡Porque era coronel de la guardia civil! Un asco. Presenté la dimisión. Y vuelvo a ser actor. Claro que sí. Ya llegará la nuestra. Habrá que hacer la revolución, la verdadera. Y vaya si la haremos. Y si no, ¿para qué ha nacido uno?
        No hay manera de meter eso. Lástima. De la C. N. T. Patrulla, patraña. Vuelta. Y el muerto se tiró un gran pedo. ¿Pederán los muertos? Preguntárselo a Templado. Esta comedia no puede ser buena porque yo nunca me meteré en la piel de don Ignacio.
        A la mujer se le ha metido en la cabeza la idea que de él tiene su madre. Un complejo de suegra.
        No tengo gracia. Me salen bien las comedias sentimentales. No me gusta Martínez Sierra y mi ideal sería hacer comedias como Martínez Sierra. Sús. Ilusiones. Conciencia de mi mediocridad. Mi cruz. Gracias a Dios por haberme hecho como soy y culpa más sino puedo ser más. A lo sumo cierta inventiva. E1 despertador con dos timbres en el que pensaba esta mañana. Para hacerse rico locamente en América. Toca y retoca a los cinco minutos. Se venderían a montones. ¿Y si «el muerto» no saliese?
        Llegada de los parientes:
        —¡Ay, Secundina!
        Ella, ¿María Vila? Esta comedia estaría bien en catalán.
        El trueque. Empezar por una mujer que viene a cambiar huevos por arroz. ¿Ella? ¿La Jerónima? Sería prodigioso. La dueña de una casa de golfas (eso lo contó también Sancho). ¿Qué viene a hacer aquí? Con su desfachatez y su tranquilidad. Sola en escena. Llegada del chico de la esquela:
        —¡Hombre, tú por aquí!
        Dejar al público en la duda. Cuando no hay genio queda la duda. Se levanta el telón. Está la Jerónima en escena: ¿Es de casa? ¿No es de casa? Abre la puerta.
        —Vengo a por lo de la esquela.
        —¿Qué esquela?
        —La de «La Vanguardia». La del señor,
        —¿Qué señor?
        —El que vivía aquí,
        Insistir. El público a veces las coge al vuelo, otras no. Curarse en salud. Más vale que sobre. Siempre está uno a tiempo de recortar.
        ¿Y si mi fabricante tuviese querida? La querida no está enterada de la treta. El bueno de don Ignacio piensa: —Así me desharé de ella. Muerto el perro, muerta la rabia. Dos pájaros, etc. Y la querida que se presenta a reclamar su parte.
        ¡Eureka! ¿Por qué no? Escena entre las dos mujeres:
        —Ya no hay diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos: tampoco la debe haber entre esposas de la misma índole.
        Ahí hay una escena.
        ¿Cómo es posible que a mí, hombre inteligente, se me ocurran tales sandeces?
        Escena entre las dos mujeres. Entonces sale él: Y las envía a las dos a paseo.
        —¡Y Ud. a callar, y Ud. a callar!
        ¡Y viva la revolución! Hacerlo en serio como argumento de película para Lubitsch. «Les hommes n'ayant pu guérir la mort, la misère, l´ignorance, ils se sont avises, pour se rendre heureux, de n´y point penser.» Será verdad para los demás, no para los españoles. Verdad universal y no española. Don Pascal: Si no hay más alegría que la inmortalidad, el español resuelto mira la muerte de cara. La única inmortalidad: la muerte. Al español, la muerte: un comino. Hoy todos los que no temen la muerte son españoles. ¿Los otros?: Simbólicos sin sexo, la tercera España: ni fú, ni fá, ángeles en Lima y arcángeles de París, angelitos míos; vosotros los idos, ¿creeréis que la gente os olvida? (Si no lo creéis estáos tranquilos, que las esponjas borran lo más pintado y el tiempo es la mejor goma.) Los ángeles protestantes son partidarios de la no intervención.
        ¿Estás dormido, Paulino? ¿Y la comedia? Te has metido en la cama con la idea y el deber de ordenar el orden de las escenas, de figurártelas, y ahora te duermes.
        Todos los fascistas duermen en penetrales con ventana de guillotina al patio, al sumidero, al cenagal, al muladar, al pudridero, sazonándose en su pus. ¡No tocar: Nosotros, los más pobres, tenemos vistas a la calle. Andan ellos en filas de cien en fondo con el paso de ganso y las borgoñotas negras. Pasan, pasan. Pasaron. Pasaron y no fueron.
        Paulino Cuartero saca la cabeza al aire, se destapa la frente y la nariz; hiérelo el frío.
        ¡Recurrir a los príncipes! ¡Salgan los dioses! ¡Hablan la Envidia, la Gloria, la Muerte!
        Lo dramático es ir hacia un punto, lo cómico es llano. Todo eso, ¿para qué? El sobrevivir no es cuestión de los demás, sino de uno mismo: calidad es tiempo; y el espacio de todos. Y Dios preside.
        ¿Qué es lo eterno: la vela o el sueño? Quisiera uno dar con ideas importantes o con frases definitivas y juega con lugares comunes. Que el personaje venga a ser como yo me lo he imaginado. Si sale, decimos que no podemos responder de ellos. Cuentos y falta de talento. Transmitir al oyente la figura de lo imaginado. No caer en la tentación de decir cosas ingeniosas por el puro placer de decirlas. Hablar lo necesario para que don Ignacio sea don Ignacio. Y que el público no salga diciendo «Ese Benavente...»
        Uno acaba siendo lo que ha hecho. ¿Yo soy mis miserables comedias? Pilar: te quiero; ¿me oyes? Soy yo: mi pecho, mi sangre, mis brazos. No soy papel ni tinta. Eso, te lo diré muy en secreto, eso lo quiero ser, pero no lo soy. Yo soy aquel que te quiere. ¿Cómo es eso, de Lope...?
        Sí, de Lope. Del Lope de papel. Lope de hoy. ¿Qué nos mueve a dejarnos en letras sino Dios? Dicen que hubo civilizaciones sin huellas. Los que no saben escribir, construyen. Tanto monta la letra como la piedra. La escritura, jacilla de Dios. Inficionado tú. Podrido yo, Paulino Cuartero, auctor. Con la u y con la c. Ese sí que es un drama. No un drama, ni una novela. ¿Qué es? Don Ignacio Batlle y Martorell... Martorell.»
        Y la palabra cazada por Paulino Cartero enlaza ciudades; recuerda cómo, cuando niño, se esforzaba en coger anillos con un palitroque, montado en el caballo de madera de un tío-vivo. Martorell: Teruel, cogida la 11 de la 1. ¿Habrán entrado en Teruel?
        «Me duele Teruel en el estómago.» (Le dolía de verdad el estómago.) Le dolía Teruel en el estómago.
        Don Ignacio Martorell en Teruel, tendero de la plaza del Torico, toma bicarbonato para quitarte el dolor de estómago.
        La sola idea de bicarbonato le quita el dolor a Cuartero. Se duerme.
        Da vuelta. Pilar rezonga en sueños. Pasa un coche. Se oye la voz de un transeúnte, los pasos, el silencio.