BICENTENARIO NACIMIENTO: EDGAR ALLAN POE

Obras

[editar] Novela

[editar] Relatos

Traducción libre 1
Traducción libre 2
Traducción libre 1
Traducción libre 2

[editar] Poesía

Traducción libre
Traducción de Juan Antonio Pérez Bonalde (1887)

LA OBRA COMPLETA

LIBROS - ANTOLOGIA HISTORIAS EXTRAORDINARIAS EDGAR ALLAN POELIBROS - CONTOS COMPLETOS II(EDGAR ALLAN POE)
LIBROS - CONTOS COMPLETOS I (EDGAR ALLAN POE)LIBROS - ELS CRIMS DEL CARRER DE LA MORGUE

LOS CUENTOS

ENLACES INTERESANTES

Archivo:Nobles jugando al ajedrez.jpg

OTROS ENLACES DE INTERÉS (es posible que muchos enlaces estén rotos)

Mondo Kronhela Literatura

http://www.nuevaliteratura.com.ar/

7 Locos

http://www.7locos.com.ar/

Abrecartas

http://www.abrecartas.com/

Adolfo Ramírez Corona

http://homepage.mac.com/adolforamirez/

Alberto Vázquez

http://www.deabruak.com/

Alejandra Vallejo-Nágera

http://www.clix.to/AlejandraVallejoNagera

Antonio Burgos

http://www.antonioburgos.com/

Artnovela

http://www.artnovela.com.ar/

Aunque nadie nos lea

http://www.annlea.com/

Badosa

http://www.badosa.com/

Ciberayllu

http://www.andes.missouri.edu/andes/ciberayllu

Ciudad Seva

http://www.ciudadseva.com/

Corvino Books

http://www.iespana.es/corvinobooks

David Millán

http://www.geocities.com/dvd_mlln

Dcpcion

http://www.koralin.com/

El Bolígrafo

http://www.elboligrafo.com/

El Hombre que Comía Diccionarios

http://ichabod.lifefromthenet.com/

El Túnel

http://www.eltunel.com.ar/

El ateje

http://www.elateje.com/

El mono adivino

http://www.monoadivino.org/

El niño raro

http://www.infinityarea.net/elninoraro

Escritores

http://www.deusto.com/escritores

Estandarte

http://www.estandarte.com/

Estigia

http://www.estigia.com/

Estudios y recursos literarios

http://jaserrano.com/

Expoescritores

http://www.expoescritores.com/

Fannydades

http://www.fannydades.com/

Ficticia

http://www.ficticia.com/

Francisco Javier Cubero

http://www.eldigoras.com/fjce

General Grammar.com

http://www.generalgrammar.com/

Germán Uribe

http://www.geocities.com/Athens/Forum/8886

Gustavo Masso

http://usuarios.lycos.es/masso/index.htm

Hotel Palabras

http://www.hotelpalabras.com/

Héctor Rosales

http://www.hrosales.com/

Ignacio Martínez de Pisón

http://www.10lineas.com/pison

Javier Candeira

http://hiperactivo.com/

Jesús Jiménez

http://www.jesusjimenezreinaldo.com/

La Cabalgata

http://www.cabalgata.com/

La Web de Félix

http://lawebdefelix.iespana.es/

Les Excentriques

http://www.excentriques.com/

Letras Perdidas

http://www.letrasperdidas.galeon.com/

Libroadicto

http://www.libroadicto.com/

Literactiva

http://www.literactiva.net/

Literatura interactiva

http://www.iua.upf.es/literatura-interactiva

Lorenzo Silva

http://www.lorenzo-silva.com/

Luke

http://www.espacioluke.com/

Lume

http://www.lume.org/

Margen Cero

http://usuarios.tripod.es/margencero

Mariano Gistaín

http://www.gistain.net/

Martín Casariego

http://www.martin-casariego.com/

María Victoria Atencia

http://www.arconet.es/users/rleon

Mecenas

http://www.cayomecenas.com/

Miguel Ángel Peinador

http://www.geocities.com/nangel.geo

More Ferarum

http://moreferarum.perucultural.org.pe/index.htm

Paseo de los Tristes

http://www.ideal.es/poesia

Peter Rabbit

http://www.peterrabbit.co.uk/

Proyecto Sherezade

http://home.cc.umanitoba.ca/~fernand4

Rafael Muñoz

http://www.iespana.es/paginapersonalisima

Ramón Buenaventura

http://www.geocities.com/SoHo/Gallery/6776

Relatos hipertextuales

http://www.geocities.com/Paris/rue/8859

Rodolfo Martínez

http://www.drimar.com/rudy

Salvador Campos

http://www.geocities.com/salvacj

Stella Sole

http://www.stellasole.com/

The Barcelona Review

http://www.barcelonareview.com/

Tito Matamala

http://www.titolandia.cl/

Tucho Calvo

http://www.culturagalega.org/

Tumbas de personajes célebre

http://www.findagrave.com/

Un rincón del patio

http://maruska.soria.org/

Verbalia

http://www.verbalia.com/

Voces

http://www.revistavoces.com/

Volátil

http://www.interbook.net/personal/rescoto/index.htm

Víctor Carbajo

http://www.carbajo.net/frames.comienzo.html

Wemilere

http://usuarios.tripod.es/wemilere

Wu Ming

http://www.wumingfoundation.com/

Xosé Castro

http://xcastro.com/

Ángela Lago

http://www.angela-lago.com.br/

Abelardo Castillo

http://opium.q1.fcen.uba.ar/Castillo/Castillo.html/

Alejandra Pizarnik Official Home Page

http://www.geocities.com/Wellesley/4124

Audio Web Poems

http://www.cs.brown.edu/fun/bawp/

Autores jóvenes de Argentina

http://csf.colorado.edu/argentina/authors/indexsp.html

Bookwire

http://www.bookwire.com/

Center for Electronic Texts in the Humanities (CETH):

http://users.ox.ac.uk/~humbul/l

Centro Cultural Tijuana

http://www.tij.cetys.mx/cecut

CIAFIC: Centro de Investigación en Antropología Filosófica y cultural

http://www.ciafic.edu.ar/

Conversaciones en Bronté

http://www.geocities.com/Paris/Metro/1444/bronte.html

Creación Literaria Colectiva en Internet

http://www.cuentopop.com/

Ediciones Ernesto Escuderos

http://3e.alphacentauri-is.com

El Golem

http://www.geocities.com/SoHo/8365/index.htm

El Quijote on line

http://www.intercom.es/intervista/quijote

El Solar del Colibrí

http://www.geocities.com/Paris/Metro/1444

El túnel

http://www.eltunel.com.ar/

Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina

http://www.filo.uba.ar

Foro interplanetario de literatura

http://www.planet.com.mx/~gandalf

Fundación Camilo José Cela

http://www.celafund.es/

Guía de Ciencia Ficción en Español

http://www.geocities.com/Athens/7037/guia.html

Humbul

http://users.ox.ac.uk/~humbul/

Instituto de Literatura Hispanoamericana (FFyL, UBA)

http://www.filo.uba.ar/iilh/ilh.html

Kultura en Internet

http://www.geocities.com/SoHo/2545

La biblioteca de Marcelo Kauffman

http://www.geocities.com/Paris/1755

La nostalgia del Caníbal:

http://www.tezcat.com/~carlhurt/Nostalgia.html

La página de Joaquín:

http://www.geocities.com/Athens/Acropolis/8717

La página de la poesía y la literatura

http://www.geocities.com/Paris/Metro/1250

Latin American Studies Association (Papers Pilot Project):

http://lanic.utexas.edu/project/lasa95

Lectores afines

http://www.corbatero.com/prologo/

LEMIR Literatura española medieval y del renacimiento

http://www.uv.es/~lemir/index.html

Literatura argentina contemporánea

http://www.literatura.org/

Literatura femenina

http://www.cs.cmu.edu/web/people/mmbt/women/celebration.html

Literature Kicks

http://www.charm.net/~brooklyn/litkicks.html

Literatura rusa

http://iaiwww.uni-muenster.de/cgi-bin/simplex/lat/lit.html

Logos

http://www.logos.it/

Mijail Bajtín

http://www.shef.ac.uk/uni/academic/A-C/bakh/bakhtin.html

Mundolatino

http://www.mundolatino.org/cultura/Literatura/

NY Review

http://www.nybooks.com/

Poesía (en inglés)

http://english-server.hss.cmu.edu/Poetry.html

Poesía francesa

http://www.webnet.fr/poesie/

Poesía mexicana del siglo XX

http://www.columbia.edu/~gmo9/poetry/index.html

Poesite

http://www.arrakis.es/~joldan/poesite.htm

PoEtica

http://www.skios.es/poEtica

Postypographika

http://www.postypographika.com/

Proyecto Sherezade:

http://www.princeton.edu/~enriquef/index.html

Reseñas bibliográficas

http://www.execpc.com/~mbr/bookwatch

Sesenta ensayos sobre escritoras hispanoamericanas

http://www.monmouth.edu/~pgacarti/

Sitio sobre poesía concreta, caligramas, etc

http://www.ubuweb.com/

Taller literario del Hijo del cuervo

http://www.geocities.com/SoHo/4958

Textos sobre la Conquista de América

http://www.uni-mainz.de/~lustig/texte/antologia/antologi.htm

The Internet poetry archive

http://sunsite.unc.edu/dykki/poetry/home.html

Vicente Duque, novelas ilustradas en línea

http://www.epm.net.co/coloria

Voice of the Shuttle

http://humanitas.ucsb.edu/

  • anton chejov, gran cuentista ruso

    Anton Chéjov


    El talento

    El pintor Yegor Savich, que se hospeda en la casa de campo de la viuda de un oficial, está sentado en la cama, sumido en una dulce melancolía matutina.

    Es ya otoño. Grandes nubes informes y espesas se deslizan por el firmamento; un viento, frío y recio, inclina los árboles y arranca de sus copas hojas amarillas. ¡Adiós, estío!

    Hay en esta tristeza otoñal del paisaje una belleza singular, llena de poesía; pero Yegor Savich, aunque es pintor y debiera apreciarla, casi no para mientes en ella. Se aburre de un modo terrible y sólo lo consuela pensar que al día siguiente no estará ya en la quinta.

    La cama, las mesas, las sillas, el suelo, todo está cubierto de cestas, de sábanas plegadas, de todo género de efectos domésticos. Se han quitado ya los visillos de las ventanas. Al día siguiente, ¡por fin!, los habitantes veraniegos de la quinta se trasladarán a la ciudad.

    La viuda del oficial no está en casa. Ha salido en busca de carruajes para la mudanza.

    Su hija Katia, de veinte años, aprovechando la ausencia materna, ha entrado en el cuarto del joven. Mañana se separan y tiene que decirle un sinfín de cosas. Habla por los codos; pero no encuentra palabras para expresar sus sentimientos, y mira con tristeza, al par que con admiración, la espesa cabellera de su interlocutor. Los apéndices capilares brotan en la persona de Yegor Savich con una extraordinaria prodigalidad; el pintor tiene pelos en el cuello, en las narices, en las orejas, y sus cejas son tan pobladas, que casi le tapan los ojos. Si una mosca osara internarse en la selva virgen capilar, de que intentamos dar idea, se perdería para siempre.

    Yegar Savich escucha a Katia, bostezando. Su charla empieza a fatigarle. De pronto la muchacha se echa a llorar. Él la mira con ojos severos al través de sus espesas cejas, y le dice con su voz de bajo:

    -No puedo casarme.

    -¿Pero por qué? -suspira ella.

    -Porque un pintor, un artista que vive de su arte, no debe casarse. Los artistas debemos ser libres.

    -¿Y no lo sería usted conmigo?

    -No me refiero precisamente a este caso... Hablo en general. Y digo tan sólo que los artistas y los escritores célebres no se casan.

    -¡Sí, usted también será célebre, Yegor Savich! Pero yo... ¡Ah, mi situación es terrible!... Cuando mamá se entere de que usted no quiere casarse, me hará la vida imposible. Tiene un genio tan arrebatado... Hace tiempo que me aconseja que no crea en sus promesas de usted. Luego, aún no le ha pagado usted el cuarto... ¡Menudos escándalos me armará!

    -¡Que se vaya al diablo su mamá de usted! Piensa que no voy a pagarle?

    Yegor Savich se levanta y empieza a pasearse por la habitación.

    -¡Yo debía irme al extranjero! -dice.

    Le asegura a la muchacha que para él un viaje al extranjero es la cosa más fácil del mundo: con pintar un cuadro y venderlo...

    -¡Naturalmente! -contesta Katia-. Es lástima que no haya usted pintado nada este verano.

    -¿Acaso es posible trabajar en esta pocilga? -grita, indignado, el pintor-. Además, ¿dónde hubiera encontrado modelos?

    En este momento se oye abrir una puerta en el piso bajo. Katia, que esperaba la vuelta de su madre de un momento a otro, echa a correr. El artista se queda solo. Sigue paseándose por la habitación. A cada paso tropieza con los objetos esparcidos por el suelo. Oye al ama de la casa regatear con los mujiks cuyos servicios ha ido a solicitar. Para templar el mal humor que le produce oírla, abre la alacena, donde guarda una botellita de vodka.

    -¡Puerca! -le grita a Katia la viuda del oficial- ¡Estoy harta de ti! ¡Que el diablo te lleve!

    El pintor se bebe una copita de vodka, y las nubes que ensombrecían su alma se van disipando. Empieza a soñar, a hacer espléndidos castillos en el aire.

    Se imagina ya célebre, conocido en el mundo entero. Se habla de él en la Prensa, sus retratos se venden a millares. Se halla en un rico salón, rodeado de bellas admiradoras... El cuadro es seductor, pero un poco vago, porque Yegor Savich no ha visto ningún rico salón y no conoce otras beldades que Katia y algunas muchachas alegres. Podía conocerlas por la literatura; pero hay que confesar que el pintor no ha leído ninguna obra literaria.

    -¡Ese maldito samovar! -vocifera la viuda-. Se ha apagado el fuego. ¡Katia, pon más carbón!

    Yegor Savich siente una viva, una imperiosa necesidad de compartir con alguien sus esperanzas y sus sueños. Y baja a la cocina, donde, envueltas en una azulada nube de humo, Katia y su madre preparan el almuerzo.

    -Ser artista es una cosa excelente. Yo, por ejemplo, hago lo que me da la gana, no dependo de nadie, nadie manda en mí. ¡Soy libre como un pájaro! Y, no obstante, soy un hombre útil, un hombre que trabaja por el progreso, por el bien de la humanidad.

    Después de almorzar, el artista se acuesta para «descansar» un ratito. Generalmente, el ratito se prolonga hasta el oscurecer; pero esta tarde la siesta es más breve. Entre sueños, siente nuestro joven que alguien le tira de una pierna y lo llama, riéndose. Abre los ojos y ve, a los pies del lecho, a su camarada Ukleikin, un paisajista que ha pasado el verano en las cercanías, dedicado a buscar asuntos para sus cuadros.

    -¡Tú por aquí! -exclama Yegor Savich con alegría, saltando de la cama- ¿Cómo te va, muchacho?

    Los dos amigos se estrechan efusivamente la mano, se hacen mil preguntas...

    -Habrás pintado cuadros muy interesantes -dice Yegor Savich, mientras el otro abre su maleta.

    -Sí, he pintado algo... ¿y tú?

    Yegor Savich se agacha y saca de debajo de la cama un lienzo, no concluido, aún, cubierto de polvo y telarañas.

    -Mira -contesta-. Una muchacha en la ventana, después de abandonarla el novio... Esto lo he hecho en tres sesiones.

    En el cuadro aparece Katia, apenas dibujada, sentada junto a una ventana, por la que se ve un jardincillo y un remoto horizonte azul.

    Ukleikin hace un ligera mueca: no le gusta el cuadro.

    -Sí, hay expresión -dice-. Y hay aire... El horizonte está bien... Pero ese jardín..., ese matorral de la izquierda... son de un colorido un poco agrio.

    No tarda en aparecer sobre la mesa la botella de vodka.

    Media hora después llega otro compañero: el pintor Kostilev, que se aloja en una casa próxima. Es especialista en asuntos históricos. Aunque tiene treinta y cinco años, es principiante aún. Lleva el pelo largo y una cazadora con cuello a lo Shakespeare. Sus actitudes y sus gestos son de un empaque majestuoso. Ante la copita de vodka que le ofrecen sus camaradas hace algunos dengues; pero al fin se la bebe.

    -¡He concebido, amigos míos, un asunto magnífico! -dice-. Quiero pintar a Nerón, a Herodes, a Calígula, a uno de los monstruos de la antigüedad, y oponerle la idea cristiana. ¿Comprenden? A un lado, Roma; al otro, el cristianismo naciente. Lo esencial en el cuadro ha de ser la expresión del espíritu, del nuevo espíritu cristiano.

    Los tres compañeros, excitados por sus sueños de gloria, van y vienen por la habitación como lobos enjaulados. Hablan sin descanso, con un fervoroso entusiasmo. Se les creería, oyéndolos, en vísperas de conquistar la fama, la riqueza, el mundo. Ninguno piensa en que ya han perdido los tres sus mejores años, en que la vida sigue su curso y se los deja atrás, en que, en espera de la gloria, viven como parásitos, mano sobre mano. Olvidan que entre los que aspiran al título de genio, los verdaderos talentos son excepciones muy escasas. No tienen en cuenta que a la inmensa mayoría de los artistas los sorprende la muerte «empezando». No quieren acordarse de esa ley implacable suspendida sobre sus cabezas, y están alegres, llenos de esperanzas.

    A las dos de la mañana, Kostilev se despide y se va. El paisajista se queda a dormir con el pintor de género.

    Antes de acostarse, Yegor Savich coge una vela y baja por agua a la cocina. En el pasillo, sentada en un cajón, con las manos cruzadas sobre las rodillas, con los ojos fijos en el techo, está Katia soñando...

    -¿Qué haces ahí? -le pregunta, asombrado, el pintor- ¿En qué piensas?

    -¡Pienso en los días gloriosos de su celebridad de usted! -susurra ella-. Será usted un gran hombre, no hay duda. He oído su conversación de ustedes y estoy orgullosa.

    Llorando y riendo al mismo tiempo, apoya las manos en los hombros de Yegor Savich y mira con honda devoción al pequeño dios que se ha creado.

    Novela Chilena Comtenporánea; José Donoso y Damiela Eltit

    Presentación del libro de Leonidas Morales: Novela Chilena Contemporánea. José Donoso y Damiela Eltit

    Índice del libro


    Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2004

    INTRODUCCIÓN
    I. TEORÍA Y CONSTRUCCIÓN CRÍTICA
    1. Sujeto y narrador en la novela chilena contemporánea
    II. JOSÉ DONOSO
    1. La mirada del testigo
    2.. Máscara y enunciación
    III. DIAMELA ELTIT
    1. La narrativa de Diamela Eltit y Los trabajadores de la muerte y la narrativa de Diamela Eltit
    2. El ensayo como estrategia narrativa
    3. La comida oficial
    4. Género y Hegemonía en El infarto del alma
    IV.NOVELA MASIVA
    1. Experimentación, imitación y efecto

    FESTIVALES INTERNACIONALES DEL CUENTO Y DE CUENTEROS (IBEROAMERICA)




    revistas literarias

    Revistas literarias que aceptan colaboraciones


    Otras revistas literarias


    Revistas de crítica literaria


    Otros enlaces literario-culturales

    ENLACES IMPORTANTES

    ENLACES AFRICANOS

    MANDELAFINAL.PNG
    La gran revista digital de cultura afro y afroamericana .Puedes ver todos los números. Cultura, música, eventos. !Imperdible!
    Blog con gran cantidad de cuentos africanos, información acerca de la cultura africana y fotos.
    Yo personalmente uso estos excelentes tambores. Djembes, Dundun, Balafones, Tama, Kirin, Bata.
    Cuentos Africanos recomienda esta escuela de percusión Africana dirigida por mi maestro. Abdoulaye Badiane de Senegal.
    Visita la página del Maestro Diola, Aliou Diame. Bailarín, Coreógrafo, Maestro de tradición, con el que compartí los mejores momentos en Senegal.
    Cuentos africanos te propone visitar esta importante página de cuentos africanos en francés.
    Qué es Diame? Diame es Paz, en diola, dialecto del Africa del Oeste. Es un canto, un pedido de unión, de fe.
    Amor por Senegal es un blog creado en febrero del 2008, mientras estaba en Cap Skiring. en la provincia de Casamance
    Cuentos orales de Sudáfrica. Cuentos Zúlu.
    Tantierra es un grupo de artistas interesados en la investigación y difusión de la cultura africana. Desde el año 2000, viene estudiando y disfrutando del encuentro con la cultura africana.
    Cultura, cuentos y transmisión de valores en la palabra del Maestro Boni Ofogo.
    Infórmate sobre quién fue este gran hombre de África
    ALBERTO COHEN Y PEDRO PARCET COMPARTEN ESTE BLOG MOSTRANDO ALGUNAS DE SUS FUNCIONES Y SU MANERA DE SENTIR ÁFRICA!
    Mi hermana Diola. Noelia ofrece compartir este blog cargado de sensibilidad.
    Páginas culturales africanas: El blog de Paola Antonini. Para recomendar! Danzas y cultura
    PROYECTO DE INTERCAMBIO CULTURAL ENTRE SUDÁFRICA Y ARGENTINA
    UN GRUPO DE ARTISTAS AFRICANOS Y ARGENTINOS UNIDOS POR UNA PASIÓN. --ÁFRICA--
    Un hermoso Blog de mi amiga Yaivi. ¿Qué piensa una jóven africana? Una óptica muy interesante de ver la vida
    Un hermoso blog cultural africano para compartir. Gracias Hisae!

    MULTIPLES ENLACES

    CATEGORIAS
    Bibliotecas, diccionarios y enciclopedias
    Creación
    Editoriales
    Escritores
    Instituciones
    Revistas, suplementos y sitios literarios
    Somoscine

    Noticias de Noticine

    Noticias de boxoffice.es



    Noticias de Sensacine


    Diccionarios, enciclopedias y otras herramientas

    Videos Navidad Papa Noel

    Navidad - Año Nuevo

    ENLACES AFRICANOS

    quilombo! revista digital de arte y cultura afro
    inicio | numeros | radio | documentos | grupos | links | galería q | staff | prensa | contacto

    MySpace de Revista Quilombo
    http://www.myspace.com/revistaquilombo

    Publicaciones
    http://www.coleccionartebrujo.blogspot.com

    Radio Colectiva
    http://www.lacolectiva.com.ar

    Mp3 Gira Latina, programa del "Bahiano"
    http://www.mp3giralatina.com

    Notas sobre candombe argentino
    http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1099258
    http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1099259

    Centro Cultural del Sur
    http://www.ccdelsur.blogspot.com

    Danza
    http://www.girocapoeira.blogspot.com
    http://www.afrobada.com.ar
    http://www.afroendanza.com.ar
    http://www.oduduwa.com.ar
    http://www.elgalponmultiespacio.com

    Percusión
    http://srpercusion.blogspot.com
    http://juancarlosmarras.blogspot.com
    http://www.sieteoctavos.com.ar
    http://www.alejandrooliva.com.ar
    http://www.rataplan.com.ar
    http://www.chilinga.com.ar
    http://www.labombadetiempo.blogspot.com
    http://www.cheikhgueye.com.ar

    Afroperuano
    http://www.negrosdemiercoles.com.ar
    http://www.estampasperuanas.com.arhttp://www.perlanegrainternacional.blogspot.com

    Candombe
    http://www.el-mondongo.com.ar
    http://lacandeladesantelmo.blogspot.com
    http://www.kumbabantu.com.arhttp://www.myspace.com/comparsaiyakerere
    http://www.juanmaurin.com.ar
    http://mardanzante.blogspot.com
    http://cuerda-floja-candombe.blogspot.com (Chaco)
    http://www.epcula.blogspot.com (Chile)
    http://www.candomberos.com
    http://www.myspace.com/maderasdelriodelaplata
    http://www.myspace.com/molembos1
    http://www.movimientoafrocultural.blogspot.com

    Candombe afroargentino
    http://bakongocandombeafroargentino.blogspot.com
    http://tangodesanmiguel.blogspot.com
    La Familia (ex Familia Rumba Nuestra)
    afroseba@hotmail.com

    Murga uruguaya en argentina
    http://www.murgatutecabrero.com.ar

    Música de Uruguay
    http://www.candombodromo.com.ar
    http://www.faltayresto.net
    http://ecositioweb.blogspot.com
    http://www.mimla.net
    http://indicefonogramas.blogspot.com
    http://www.somossonido.com.uy

    Salsa, Rumba y son
    http://www.myspace.com/murumbabanda
    http://www.myspace.com/lasandungueramusic
    http://www.myspace.com/iyambaeslarumba
    http://www.lossabalos.com.ar

    Arte y folklore negro en Cañete, Perú
    http://caneteartenegro.blogspot.com

    Comparsa Habanera
    http://www.aguaderio.com.ar

    Batería
    http://www.clubdebateristas.net
    http://www.duelodetambores.com.ar

    Reggae
    http://www.ladedios.com.ar

    Hip Hop
    http://www.alika.com.ar

    Taller de construcción de Instrumentos
    http://www.impatum.com.ar

    Cuentos Africanos
    http://www.cuentosafricanos.com

    Films
    http://www.mistikafilms.com.ar

    Plástica

    http://www.desdeelmar.com
    http://www.grisplata.com.ar/muestrascruzadas
    http://www.gandaia.com.ar

    Ecología
    http://www.ecoportal.net

    Intercambio Teatral Sudafrica- Argentina
    http://www.proyecto34s.com

    Alejandro Frigerio

    http://alejandrofrigerio.blogspot.com

    Información Cultura Africa y Caribe
    http://www.afromix.org

    News and Views by and about Black Latinos
    http://www.vidaafrolatina.com

    Casa de la Cultura Indoafroamericana de Santa Fe
    luciadmolina@yahoo.com.ar
    indoafro@hotmail.com

    África Vive

    pochalamadrid@yahoo.com.ar

    Sociedad de Socorros Mutuos Unión Caboverdeana de Dock Sudsociedadcaboverdeana@yahoo.com.ar

    Instituto de investigación y difusión de las culturas negras
    www.doyo.com.ar

    Asociación Africa y su diáspora
    aysudiaspora@yahoo.com.ar

    Asociacion civil de Nigerianos en el Rio de la Plata
    asocnigerianos@argentina.com.ar

    Asociación civil Unión Africana del Cono Sur
    uniamer@yahoo.com.ar

    Complejo Intercultural Afroamericano Bejuco
    Escuela integral de arte Freda Montaño
    escuelafredamontaño@gmail.com

    Movimiento Afrocultural Hermandad Bonga

    http://www.movimientoafrocultural.blogspot.com

    Unión Argentina Jóvenes Afrodescendientes
    uaya@arg.net.ar

    Asamblea integradora de la religión Afro-Americana

    aidea07@hotmail.com

    JULIO CORTAZAR


    Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de Agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a la Argentina a los cuatro años. Paso la infancia en Bánfield, se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires, los que debió abandonar por razones económicas. Trabajó en varios pueblos del interior del país. Enseño en la Universidad de Cuyo y renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo. En 1951 se alejó de nuestro país y desde entonces trabajó como traductor independiente de la Unesco, en París, viajando constantemente dentro y fuera de Europa. En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el librito de sonetos ("muy mallarmeanos", dijo después el mismo) Presencia. En 1949 aparece su obra dramática Los reyes. Apenas dos anos después, en 1951, publica Bestiario: ya surge el Cortázar deslumbrante por su fantasía y su revelación de mundos nuevos que irán enriqueciéndose en su obra futura: los inolvidables tomos de relatos, los libros que desbordan toda categoría genérica (poemas-cuentos-ensayos a la vez), las grandes novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/Modelo para armar (1968), Libro de Manuel (1973). El refinamiento literario de Julio Cortázar, sus lecturas casi inabarcables, su incesante fervor por la causa social, hacen de él una figura de deslumbrante riqueza, constituída por pasiones a veces encontradas, pero siempre asumidas con él mismo, genuino ardor. Julio Cortazar murió en 1984 pero su paso por el mundo seguirá suscitando el fervor de quienes conocieron su vida y su obra.

    Entre sus obras:

    Envíe una postal

    más sobre Cortázar y su obra:

    Gallería de fotos
    Fantomas contra los Vampiros multinacionales
    Una Vuelta a la Web de la mano de Cortázar
    Escritos políticos
    y
    cartas

    Roberto Bolaño

    roberto bolaño











    literatura argentina


    ESCRITORES

    CUENTOS INTERACTIVOS
    NOVEDADESESPECIALES
    CHAT
    FORO
    Afiches de literatura

    ESCRITORES

    NOVEDADES

    ESPECIALES

    BUSQUEDAS

    Postal
    Martin Fierro

    LITERATURA AFRICANA

    Desde 1991 la Llibreria La Ploma está especializada en libros sobre ÁFRICA NEGRA. Nuestro trabajo de investigación y la valiosa colaboración de destacados africanistas, han contribuido a que actualmente podamos ofrecer más de 1000 títulos relacionados con el CONTINENTE AFRICANO.

    En nuestro fondo podéis encontrar títulos en catalán, castellano, inglés y francés.

    Volver a la página inicial

    TEMAS ESPECÍFICOS

    Tertulias, actividades

    Cuentos y leyendas

    Narrativa de autores africanos

    Tradición oral

    Otras materias

    Arte

    Geografía y historia

    INFANTIL Viajes

    Antropología y religión

    La Ploma os recomienda

    sábado, 28 de noviembre de 2009

    Roberto Bolaño (Chile)


    EL OJO SILVA                                                                                        


    Para Rodrigo Pinto y María y Andrés Braithwaite


    Lo que son las cosas, Mauricio Silva, llamado el Ojo, siempre intentó escapar de la violencia aun a riesgo de ser considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros, los nacidos en Latinoamérica en la década del cincuenta, los que rondábamos los veinte años cuando murió Salvador Allende.





    El caso del Ojo es paradigmático y ejemplar y tal vez no sea ocioso volver a recordarlo, sobre todo cuando ya han pasado tantos años.
         En enero de 1974, cuatro meses después del golpe de Estado, el Ojo Silva se marchó de Chile. Primero estuvo en Buenos Aires, luego los malos vientos que soplaban en la vecina república lo llevaron a México en donde vivió un par de años y en donde lo conocí.
         No era como la mayoría de los chilenos que por entonces vivían en el D.F.: no se vanagloriaba de haber participado en una resistencia más fantasmal que real, no frecuentaba los círculos de exiliados.
         Nos hicimos amigos y solíamos encontrarnos una vez a la semana, por lo menos, en el café La Habana, de Bucareli, o en mi casa de la calle Versalles en donde yo vivía con mi madre y con mi hermana. Los primeros meses el Ojo Silva sobrevivió a base de tareas esporádicas y precarias, luego consiguió trabajo como fotógrafo de un periódico del D.F. No recuerdo qué periódico era, tal vez El Sol, si alguna vez existió en México un periódico de ese nombre, tal vez El Universal; yo hubiera preferido que fuera El Nacional, cuyo suplemento cultural dirigía el viejo poeta español Juan Rejano, pero enEl Nacional no fue porque yo trabajé allí y nunca vi al Ojo en la redacción. Pero trabajó en un periódico mexicano, de eso no me cabe la menor duda, y su situación económica mejoró, al principio imperceptiblemente, porque el Ojo se había acostumbrado a vivir de forma espartana, pero si uno afinaba la mirada podía apreciar señales inequívocas que hablaban de un repunte económico.
         Los primeros meses en el D.F., por ejemplo, lo recuerdo vestido con sudaderas. Los últimos ya se había comprado un par de camisas e incluso una vez lo vi con corbata, una prenda que nosotros, es decir mis amigos poetas y yo, no usábamos nunca. De hecho, el único personaje encorbatado que alguna vez se sentó a nuestra mesa del café Quito, en la avenida Bucareli, fue el Ojo.
         Por aquellos días se decía que el Ojo Silva era homosexual. Quiero decir: en los círculos de exiliados chilenos corría ese rumor, en parte como manifestación de maledicencia y en parte como un nuevo chisme que alimentaba la vida más bien aburrida de los exiliados, gente de izquierda que pensaba, al menos de cintura para abajo, exactamente igual que la gente de derecha que en aquel tiempo se enseñoreaba de Chile.
         Una vez vino el Ojo a comer a mi casa. Mi madre lo apreciaba y el Ojo correspondía al cariño haciendo de vez en cuando fotos de la familia, es decir de mi madre, de mi hermana, de alguna amiga de mi madre y de mí. A todo el mundo le gusta que lo fotografíen, me dijo una vez. A mí me daba igual, o eso creía, pero cuando el Ojo dijo eso estuve pensando durante un rato en sus palabras y terminé por darle la razón. Sólo a algunos indios no les gustan las fotos, dijo. Mi madre creyó que el Ojo estaba hablando de los mapuches, pero en realidad hablaba de los indios de la India, de esa India que tan importante iba a ser para él en el futuro.
         Una noche me lo encontré en el café Quito. Casi no había parroquianos y el Ojo estaba sentado junto a los ventanales que daban a Bucareli con un café con leche servido en vaso, esos vasos grandes de vidrio grueso que tenía el Quito y que nunca más he vuelto a ver en un establecimiento público. Me senté junto a él y estuvimos charlando durante un rato. Parecía translúcido. Esa fue la impresión que tuve. El Ojo parecía de cristal, y su cara y el vaso de vidrio de su café con leche parecían intercambiar señales, como si se acabaran de encontrar, dos fenómenos incomprensibles en el vasto universo, y trataran con más voluntad que esperanza de hallar un lenguaje común.
         Esa noche me confesó que era homosexual, tal como propagaban los exiliados, y que se iba de México. Por un instante creí entender que se marchaba porque era homosexual. Pero no, un amigo le había conseguido un trabajo en una agencia de fotógrafos de París y eso era algo con lo que siempre había soñado. Tenía ganas de hablar y yo lo escuché. Me dijo que durante algunos años había llevado con ¿pesar?, ¿discreción?, su inclinación sexual, sobre todo porque él se consideraba de izquierdas y los compañeros veían con cierto prejuicio a los homosexuales. Hablamos de la palabra invertido (hoy en desuso) que atraía como un imán paisajes desolados, y del término colisa, que yo escribía con ese y que el Ojo pensaba se escribía con zeta.
         Recuerdo que terminamos despotricando contra la izquierda chilena y que en algún momento yo brindé por los luchadores chilenos errantes, una fracción numerosa de los luchadores latinoamericanos errantes, entelequia compuesta de huérfanos que, como su nombre indica, erraban por el ancho mundo ofreciendo sus servicios al mejor postor, que casi siempre, por lo demás, era el peor. Pero después de reírnos el Ojo dijo que la violencia no era cosa suya. Tuya sí, me dijo con una tristeza que entonces no entendí, pero no mía. Detesto la violencia. Yo le aseguré que sentía lo mismo. Después nos pusimos a hablar de otras cosas, libros, películas, y ya no nos volvimos a ver.
         Un día supe que el Ojo se había marchado de México. Me lo comunicó un antiguo compañero suyo del periódico. No me pareció extraño que no se hubiera despedido de mí. El Ojo nunca se despedía de nadie. Yo nunca me despedía de nadie. Mis amigos mexicanos nunca se despedían de nadie. A mi madre, sin embargo, le pareció un gesto de mala educación.
         Dos o tres años después yo también me marché de México. Estuve en París, lo busqué (si bien no con excesivo ahínco), no lo encontré. Con el paso del tiempo empecé a olvidar hasta su rostro, aunque siempre persistió en mi memoria una forma de acercarse, un estar, una forma de opinar desde cierta distancia y desde cierta tristeza nada enfática que asociaba con el Ojo Silva, un Ojo Silva que ya no tenía rostro o que había adquirido un rostro de sombras, pero que aún mantenía lo esencial, la memoria de su movimiento, una entidad casi abstracta pero en donde no cabía la quietud.
         Pasaron los años. Muchos años. Algunos amigos murieron. Yo me casé, tuve un hijo, publiqué algunos libros.
         En cierta ocasión tuve que ir a Berlín. La última noche, después de cenar con Heinrich von Berenberg y su familia, cogí un taxi (aunque usualmente era Heinrich el que cada noche me iba a dejar al hotel) al que ordené que se detuviera antes porque quería pasear un poco. El taxista (un asiático ya mayor que escuchaba a Beethoven) me dejó a unas cinco cuadras del hotel. No era muy tarde aunque casi no había gente por las calles. Atravesé una plaza. Sentado en un banco estaba el Ojo. No lo reconocí hasta que él me habló. Dijo mi nombre y luego me preguntó cómo estaba. Entonces me di la vuelta y lo miré durante un rato sin saber quién era. El Ojo seguía sentado en el banco y sus ojos me miraban y luego miraban el suelo o a los lados, los árboles enormes de la pequeña plaza berlinesa y las sombras que lo rodeaban a él con más intensidad (eso creí entonces) que a mí. Di unos pasos hacia él y le pregunté quién era. Soy yo, Mauricio Silva, dijo. ¿El Ojo Silva de Chile?, dije yo. Él asintió y sólo entonces lo vi sonreír.
         Aquella noche conversamos casi hasta que amaneció. El Ojo vivía en Berlín desde hacía algunos años y sabía encontrar los bares que permanecían abiertos toda la noche. Le pregunté por su vida. A grandes rasgos me hizo un dibujo de los avatares del fotógrafo free lancer. Había tenido casa en París, en Milán y ahora en Berlín, viviendas modestas en donde guardaba los libros y de las que se ausentaba durante largas temporadas. Sólo cuando entramos al primer bar pude apreciar cuánto había cambiado. Estaba mucho más flaco, el pelo entrecano y la cara surcada de arrugas. Noté asimismo que bebía mucho más que en México. Quiso saber cosas de mí. Por supuesto, nuestro encuentro no había sido casual. Mi nombre había aparecido en la prensa y el Ojo lo leyó o alguien le dijo que un compatriota suyo daba una lectura o una conferencia a la que no pudo ir, pero llamó por teléfono a la organización y consiguió las señas de mi hotel. Cuando lo encontré en la plaza sólo estaba haciendo tiempo, dijo, y reflexionando a la espera de mi llegada.
         Me reí. Reencontrarlo, pensé, había sido un acontecimiento feliz. El Ojo seguía siendo una persona rara y sin embargo asequible, alguien que no imponía su presencia, alguien al que le podías decir adiós en cualquier momento de la noche y él sólo te diría adiós, sin un reproche, sin un insulto, una especie de chileno ideal, estoico y amable, un ejemplar que nunca había abundado mucho en Chile pero que sólo allí se podía encontrar.
         Releo estas palabras y sé que peco de inexactitud. El Ojo jamás se hubiera permitido estas generalizaciones. En cualquier caso, mientras estuvimos en los bares, sentados delante de un whisky y de una cerveza sin alcohol, nuestro diálogo se desarrolló básicamente en el terreno de las evocaciones, es decir fue un diálogo informativo y melancólico. El diálogo, en realidad el monólogo, que de verdad me interesa es el que se produjo mientras volvíamos a mi hotel, a eso de las dos de la mañana.
         La casualidad quiso que se pusiera a hablar (o que se lanzara a hablar) mientras atravesábamos la misma plaza en donde unas horas antes nos habíamos encontrado. Recuerdo que hacía frío y que de repente escuché que el Ojo me decía que le gustaría contarme algo que nunca antes le había contado a nadie. Lo miré. El Ojo tenía la vista puesta en el sendero de baldosas que serpenteaba por la plaza. Le pregunté de qué se trataba. De un viaje, contestó en el acto. ¿Y qué pasó en ese viaje?, le pregunté. Entonces el Ojo se detuvo y durante unos instantes pareció existir sólo para contemplar las copas de los altos árboles alemanes y los fragmentos de cielo y nubes que bullían silenciosamente por encima de éstos.
         Algo terrible, dijo el Ojo. ¿Tú te acuerdas de una conversación que tuvimos en el Quito antes de que me marchara de México? Sí, dije. ¿Te dije que era gay?, dijo el Ojo. Me dijiste que eras homosexual, dije yo. Sentémonos, dijo el Ojo.
         Juraría que lo vi sentarse en el mismo banco, como si yo aún no hubiera llegado, aún no hubiera empezado a cruzar la plaza, y él estuviera esperándome y reflexionando sobre su vida y sobre la historia que el destino o el azar lo obligaba a contarme. Alzó el cuello de su abrigo y empezó a hablar. Yo encendí un cigarrillo y permanecí de pie. La historia del Ojo transcurría en la India. Su oficio y no la curiosidad de turista lo había llevado hasta allí, en donde tenía que realizar dos trabajos. El primero era el típico reportaje urbano, una mezcla de Marguerite Duras y Hermann Hesse, el Ojo y yo sonreímos, hay gente así, dijo, gente que quiere ver la India a medio camino entre India Song y Sidharta, y uno está para complacer a los editores. Así que el primer reportaje había consistido en fotos donde se vislumbraban casas coloniales, jardines derruidos, restaurantes de todo tipo, con predominio más bien del restaurante canalla o del restaurante de familias que parecían canallas y sólo eran indias, y también fotos del extrarradio, las zonas verdaderamente pobres, y luego el campo y las vías de comunicación, carreteras, empalmes ferroviarios, autobuses y trenes que entraban y salían de la ciudad, sin olvidar la naturaleza como en estado latente, una hibernación ajena al concepto de hibernación occidental, árboles distintos a los árboles europeos, ríos y riachuelos, campos sembrados o secos, el territorio de los santos, dijo el Ojo.
         El segundo reportaje fotográfico era sobre el barrio de las putas de una ciudad de la India cuyo nombre no conoceré nunca.
         Aquí empieza la verdadera historia del Ojo. En aquel tiempo aún vivía en París y sus fotos iban a ilustrar un texto de un conocido escritor francés que se había especializado en el submundo de la prostitución. De hecho, su reportaje sólo era el primero de una serie que comprendería barrios de tolerancia o zonas rojas de todo el mundo, cada una fotografiada por un fotógrafo diferente, pero todas comentadas por el mismo escritor.
         No sé a qué ciudad llegó el Ojo, tal vez Bombay, Calcuta, tal vez Benarés o Madrás, recuerdo que se lo pregunté y que él ignoró mi pregunta. Lo cierto es que llegó a la India solo, pues el escritor francés ya tenía escrita su crónica y él únicamente debía ilustrarla, y se dirigió a los barrios que el texto del francés indicaba y comenzó a hacer fotografías. En sus planes -y en los planes de sus editores- el trabajo y por lo tanto la estadía en la India no debía prolongarse más allá de una semana. Se hospedó en un hotel en una zona tranquila, una habitación con aire acondicionado y con una ventana que daba a un patio que no pertenecía al hotel y en donde había dos árboles y una fuente entre los árboles y parte de una terraza en donde a veces aparecían dos mujeres seguidas o precedidas de varios niños. Las mujeres vestían a la usanza india, o lo que para el Ojo eran vestimentas indias, pero a los niños incluso una vez los vio con corbatas. Por las tardes se desplazaba a la zona roja y hacía fotos y charlaba con las putas, algunas jovencísimas y muy hermosas, otras un poco mayores o más estropeadas, con pinta de matronas escépticas y poco locuaces. El olor, que al principio más bien lo molestaba, terminó gustándole. Los chulos (no vio muchos) eran amables y trataban de comportarse como chulos occidentales o tal vez (pero esto lo soñó después, en su habitación de hotel con aire acondicionado) eran estos últimos quienes habían adoptado la gestualidad de los chulos hindúes.
         Una tarde lo invitaron a tener relación carnal con una de las putas. Se negó educadamente. El chulo comprendió en el acto que el Ojo era homosexual y a la noche siguiente lo llevó a un burdel de jóvenes maricas. Esa noche el Ojo enfermó. Ya estaba dentro de la India y no me había dado cuenta, dijo estudiando las sombras del parque berlinés. ¿Qué hiciste?, le pregunté. Nada. Miré y sonreí. Y no hice nada. Entonces a uno de los jóvenes se le ocurrió que tal vez al visitante le agradara visitar otro tipo de establecimiento. Eso dedujo el Ojo, pues entre ellos no hablaban en inglés. Así que salieron de aquella casa y caminaron por calles estrechas e infectas hasta llegar a una casa cuya fachada era pequeña pero cuyo interior era un laberinto de pasillos, habitaciones minúsculas y sombras de las que sobresalía, de tanto en tanto, un altar o un oratorio.
         Es costumbre en algunas partes de la India, me dijo el Ojo mirando el suelo, ofrecer un niño a una deidad cuyo nombre no recuerdo. En un arranque desafortunado le hice notar que no sólo no recordaba el nombre de la deidad sino que tampoco el nombre de la ciudad ni el de ninguna persona de su historia. El Ojo me miró y sonrió. Trato de olvidar, dijo.
         En ese momento me temí lo peor, me senté a su lado y durante un rato ambos permanecimos con los cuellos de nuestros abrigos levantados y en silencio. Ofrecen un niño a ese dios, retomó su historia tras escrutar la plaza en penumbras, como si temiera la cercanía de un desconocido, y durante un tiempo que no sé mensurar el niño encarna al dios. Puede ser una semana, lo que dure la procesión, un mes, un año, no lo sé. Se trata de una fiesta bárbara, prohibida por las leyes de la república india, pero que se sigue celebrando. Durante el transcurso de la fiesta el niño es colmado de regalos que sus padres reciben con gratitud y felicidad, pues suelen ser pobres. Terminada la fiesta el niño es devuelto a su casa, o al agujero inmundo donde vive y todo vuelve a recomenzar al cabo de un año.
         La fiesta tiene la apariencia de una romería latinoamericana, sólo que tal vez es más alegre, más bulliciosa y probablemente la intensidad de los que participan, de los que se saben participantes, sea mayor. Con una sola diferencia. Al niño, días antes de que empiecen los festejos, lo castran. El dios que se encarna en él durante la celebración exige un cuerpo de hombre -aunque los niños no suelen tener más de siete años- sin la mácula de los atributos masculinos. Así que los padres lo entregan a los médicos de la fiesta o a los barberos de la fiesta o a los sacerdotes de la fiesta y éstos lo emasculan y cuando el niño se ha recuperado de la operación comienza el festejo. Semanas o meses después, cuando todo ha acabado, el niño vuelve a casa, pero ya es un castrado y los padres lo rechazan. Y entonces el niño acaba en un burdel. Los hay de todas clases, dijo el Ojo con un suspiro. A mí, aquella noche, me llevaron al peor de todos.
         Durante un rato no hablamos. Yo encendí un cigarrillo. Después el Ojo me describió el burdel y parecía que estaba describiendo una iglesia. Patios interiores techados. Galerías abiertas. Celdas en donde gente a la que tú no veías espiaba todos tus movimientos. Le trajeron a un joven castrado que no debía tener más de diez años. Parecía una niña aterrorizada, dijo el Ojo. Aterrorizada y burlona al mismo tiempo. ¿Lo puedes entender? Me hago una idea, dije. Volvimos a enmudecer. Cuando por fin pude hablar otra vez dije que no, que no me hacía ninguna idea. Ni yo, dijo el Ojo. Nadie se puede hacer una idea. Ni la víctima, ni los verdugos, ni los espectadores. Sólo una foto.
         ¿Le sacaste una foto?, dije. Me pareció que el Ojo era sacudido por un escalofrío. Saqué mi cámara, dijo, y le hice una foto. Sabía que estaba condenándome para toda la eternidad, pero lo hice.
         Ignoro cuánto rato estuvimos en silencio. Sé que hacía frío pues yo en algún momento me puse a temblar. A mi lado oí sollozar al Ojo un par de veces, pero preferí no mirarlo. Vi los faros de un coche que pasaba por una de las calles laterales de la plaza. A través del follaje vi encenderse una ventana.
         Después el Ojo siguió hablando. Dijo que el niño le había sonreído y luego se había escabullido mansamente por una de los pasillos de aquella casa incomprensible. En algún momento uno de los chulos le sugirió que si allí no había nada de su agrado se marcharan. El Ojo se negó. No podía irse. Se lo dijo así: no puedo irme todavía. Y era verdad, aunque él desconocía qué era aquello que le impedía abandonar aquel antro para siempre. El chulo, sin embargo, lo entendió y pidieron té o un brebaje parecido. El Ojo recuerda que se sentaron en el suelo, sobre unas esteras o sobre unas alfombrillas estropeadas por el uso. La luz provenía de un par de velas. Sobre la pared colgaba un póster con la efigie del dios. Durante un rato el Ojo miró al dios y al principio se sintió atemorizado, pero luego sintió algo parecido a la rabia, tal vez al odio.
         Yo nunca he odiado a nadie, dijo mientras encendía un cigarrillo y dejaba que la primera bocanada se perdiera en la noche berlinesa.
         En algún momento, mientras el Ojo miraba la efigie del dios, aquellos que lo acompañaban desaparecieron. Se quedó solo con una especie de puto de unos veinte años que hablaba inglés. Y luego, tras unas palmadas, reapareció el niño. Yo estaba llorando, o yo creía que estaba llorando, o el pobre puto creía que yo estaba llorando, pero nada era verdad. Yo intentaba mantener una sonrisa en la cara (una cara que ya no me pertenecía, una cara que se estaba alejando de mí como una hoja arrastrada por el viento), pero en mi interior lo único que hacía era maquinar. No un plan, no una forma vaga de justicia, sino una voluntad.
         Y después el Ojo y el puto y el niño se levantaron y recorrieron un pasillo mal iluminado y otro pasillo peor iluminado (con el niño a un lado del Ojo, mirándolo, sonriéndole, y el joven puto también le sonreía, y el Ojo asentía y prodigaba ciegamente las monedas y los billetes) hasta llegar a una habitación en donde dormitaba el médico y junto a él otro niño con la piel aún más oscura que la del niño castrado y menor que éste, tal vez seis años o siete, y el Ojo escuchó las explicaciones del médico o del barbero o del sacerdote, unas explicaciones prolijas en donde se mencionaba la tradición, las fiestas populares, el privilegio, la comunión, la embriaguez y la santidad, y pudo ver los instrumentos quirúrgicos con que el niño iba a ser castrado aquella madrugada o la siguiente, en cualquier caso el niño había llegado, pudo entender, aquel mismo día al templo o al burdel, una medida preventiva, una medida higiénica, y había comido bien, como si ya encarnara al dios, aunque lo que el Ojo vio fue un niño que lloraba medio dormido y medio despierto, y también vio la mirada medio divertida y medio aterrorizada del niño castrado que no se despegaba de su lado. Y entonces el Ojo se convirtió en otra cosa, aunque la palabra que él empleó no fue "otra cosa" sino "madre".
         Dijo madre y suspiró. Por fin. Madre.
         Lo que sucedió a continuación de tan repetido es vulgar: la violencia de la que no podemos escapar. El destino de los latinoamericanos nacidos en la década de los cincuenta. Por supuesto, el Ojo intentó sin gran convicción el diálogo, el soborno, la amenaza. Lo único cierto es que hubo violencia y poco después dejó atrás las calles de aquel barrio como si estuviera soñando y transpirando a mares. Recuerda con viveza la sensación de exaltación que creció en su espíritu, cada vez mayor, una alegría que se parecía peligrosamente a algo similar a la lucidez, pero que no era (no podía ser) lucidez. También: la sombra que proyectaba su cuerpo y las sombras de los dos niños que llevaba de la mano sobre los muros descascarados. En cualquier otra parte hubiera concitado la atención. Allí, a aquella hora, nadie se fijó en él.
         El resto, más que una historia o un argumento, es un itinerario. El Ojo volvió al hotel, metió sus cosas en la maleta y se marchó con los niños. Primero en un taxi hasta una aldea o un barrio de las afueras. Desde allí en un autobús hasta otra aldea en donde cogieron otro autobús que los llevó a otra aldea. En algún punto de su fuga se subieron a un tren y viajaron toda la noche y parte del día. El Ojo recordaba el rostro de los niños mirando por la ventana un paisaje que la luz de la mañana iba deshilachando, como si nunca nada hubiera sido real salvo aquello que se ofrecía, soberano y humilde, en el marco de la ventana de aquel tren misterioso.
         Después cogieron otro autobús, y un taxi, y otro autobús, y otro tren, y hasta hicimos dedo, dijo el Ojo mirando la silueta de los árboles berlineses pero en realidad mirando la silueta de otros árboles, innombrables, imposibles, hasta que finalmente se detuvieron en una aldea en alguna parte de la India y alquilaron una casa y descansaron.
         Al cabo de dos meses el Ojo ya no tenía dinero y fue caminando hasta otra aldea desde donde envió una carta al amigo que entonces tenía en París. Al cabo de quince días recibió un giro bancario y tuvo que ir a cobrarlo a un pueblo más grande, que no era la aldea desde la que había mandado la carta ni mucho menos la aldea en donde vivía. Los niños estaban bien. Jugaban con otros niños, no iban a la escuela y a veces llegaban a casa con comida, hortalizas que los vecinos les regalaban. A él no lo llamaban padre, como les había sugerido más que nada como una medida de seguridad, para no atraer la atención de los curiosos, sino Ojo, tal como le llamábamos nosotros. Ante los aldeanos, sin embargo, el Ojo decía que eran sus hijos. Se inventó que la madre, india, había muerto hacía poco y él no quería volver a Europa. La historia sonaba verídica. En sus pesadillas, no obstante, el Ojo soñaba que en mitad de la noche aparecía la policía india y lo detenían con acusaciones indignas. Solía despertar temblando. Entonces se acercaba a las esterillas en donde dormían los niños y la visión de éstos le daba fuerzas para seguir, para dormir, para levantarse.
         Se hizo agricultor. Cultivaba un pequeño huerto y en ocasiones trabajaba para los campesinos ricos de la aldea. Los campesinos ricos, por supuesto, en realidad eran pobres, pero menos pobres que los demás. El resto del tiempo lo dedicaba a enseñar inglés a los niños, y algo de matemáticas, y a verlos jugar. Entre ellos hablaban en un idioma incomprensible. A veces los veía detener los juegos y caminar por el campo como si de pronto se hubieran vuelto sonámbulos. Los llamaba a gritos. A veces los niños fingían no oírlo y seguían caminando hasta perderse. Otras veces volvían la cabeza y le sonreían.
         ¿Cuánto tiempo estuviste en la India?, le pregunté alarmado.
         Un año y medio, dijo el Ojo, aunque a ciencia cierta no lo sabía.
         En una ocasión su amigo de París llegó a la aldea. Todavía me quería, dijo el Ojo, aunque en mi ausencia se había puesto a vivir con un mecánico argelino de la Renault. Se rió después de decirlo. Yo también me reí. Todo era tan triste, dijo el Ojo. Su amigo que llegaba a la aldea a bordo de un taxi cubierto de polvo rojizo, los niños corriendo detrás de un insecto, en medio de unos matorrales secos, el viento que parecía traer buenas y malas noticias.
         Pese a los ruegos del francés no volvió a París. Meses después recibió una carta de éste en donde le comunicaba que la policía india no lo perseguía. Al parecer la gente del burdel no había interpuesto denuncia alguna. La noticia no impidió que el Ojo siguiera sufriendo pesadillas, sólo cambió la vestimenta de los personajes que lo detenían y lo zaherían: en lugar de ser policías se convirtieron en esbirros de la secta del dios castrado. El resultado final era aún más horroroso, me confesó el Ojo, pero yo ya me había acostumbrado a las pesadillas y de alguna forma siempre supe que estaba en el interior de un sueño, que eso no era la realidad.
         Después llegó la enfermedad a la aldea y los niños murieron. Yo también quería morirme, dijo el Ojo, pero no tuve esa suerte.
         Tras convalecer en una cabaña que la lluvia iba destrozando cada día, el Ojo abandonó la aldea y volvió a la ciudad en donde había conocido a sus hijos. Con atenuada sorpresa descubrió que no estaba tan distante como pensaba, la huida había sido en espiral y el regreso fue relativamente breve. Una tarde, la tarde en que llegó a la ciudad, fue a visitar el burdel en donde castraban a los niños. Sus habitaciones se habían convertido en viviendas en donde se hacinaban familias enteras. Por los pasillos que recordaba solitarios y fúnebres ahora pululaban niños que apenas sabían andar y viejos que ya no podían moverse y se arrastraban. Le pareció una imagen del paraíso.
         Aquella noche, cuando volvió a su hotel, sin poder dejar de llorar por sus hijos muertos, por los niños castrados que él no había conocido, por su juventud perdida, por todos los jóvenes que ya no eran jóvenes y por los jóvenes que murieron jóvenes, por los que lucharon por Salvador Allende y por los que tuvieron miedo de luchar por Salvador Allende, llamó a su amigo francés, que ahora vivía con un antiguo levantador de pesas búlgaro, y le pidió que le enviara un billete de avión y algo de dinero para pagar el hotel.
         Y su amigo francés le dijo que sí, que por supuesto, que lo haría de inmediato, y también le dijo ¿qué es ese ruido?, ¿estás llorando?, y el Ojo dijo que sí, que no podía dejar de llorar, que no sabía qué le pasaba, que llevaba horas llorando. Y su amigo francés le dijo que se calmara. Y el Ojo se rió sin dejar de llorar y dijo que eso haría y colgó el teléfono. Y luego siguió llorando sin parar. -

    No hay comentarios:

    Publicar un comentario